Hay a quien le preocupa el futuro del equipo y no tanto el del club, como si pudiera desligarse una cosa de la otra. Y en cierta medida, en un pequeño porcentaje, sí es posible. Mantener la categoría no es tan difícil como parece. Eso pienso. Hacer las cosas peor, tanto por lo que se refiere a jugadores, como al entrenador y directivos, es complicado aun tomando en consideración la ley de Murphy. Tal vez por los pelos, pero creo que Ponferradina, Almería y Huesca han comprado más números que el Mallorca en la lotería del descenso. El debate se genera a partir de que la permanencia garantiza el futuro y es ahí donde yo discrepo, porque el porvenir del club, de la SAD en definitiva, pende de un hilo en otras esferas.
El gasto, disparado extraña y exageradamente, supera lo que se puede permitir un club de Segunda y Robert Sarver ha puesto una vez veinte millones sobre la mesa, pero no va reponer pérdidas constantemente y las de la temporada en curso no bajarán de cinco o seis millones de euros. No se puede mantener a un director deportivo que no aparece, a seis ojeadores a alguno de los cuales ni se le piden informes, el sueldo de un consejero delegado, un director financiero y un gerente cuyas funciones se solapan, a un director de comunicación y un jefe de prensa, un embajador que nadie sabe a qué se dedica, salvo teclear su móvil durante las sesiones de entrenamiento, y así suma y sigue con empleados de segundo nivel cuya misión no reviste especialización alguna. Si a ello añadimos los costes de la plantilla, ciudad deportiva, filiales y otros gastos, corrientes o extraordinarios entre los que cabe resaltar los pagos forzados por el concurso de acreedores en vigor, créanme que veinte “kilos” no dan para tanto.
Sin en lugar de números hablamos de estructura, el misterio que rodea la mole del Camí dels Reis produce insomnio. ¿Puede un club subsistir amparado en un capital que, en el mejor de los casos, controla desde miles de kilómetros de distancia?. ¿Qué pensar de las desapariciones de Utz Claassen?. ¿Cómo recuperar al mallorquinismo perdido?. ¿Seguirán todos, incluido Maheta Molango, después del treinta de junio?. ¿Está el Mallorca ahora mismo abandonado a su suerte, sea la que sea?. Son preguntas que plantear y añadir a las que venimos formulando desde hace meses sin haber obtenido, públicamente ni en privado, una sola respuesta ya fuera consecuente o siquiera incoherente.
Conclusión: el descenso amenaza la supervivencia del club; pero la permanencia no la garantiza, aunque sería un consuelo.