Asisto atónito estas semanas a la situación que se vive en la sanidad balear, una sanidad herida, vapuleada y manipulada, a la que algunos sindicatos han convertido en bandera de no sé sabe muy bien que, lanzando a los ciudadanos a la calle para que protesten contra unos recortes que todavía, salvo en el bolsillo de los profesionales, no se han producido. Quiero creer que esta actitud no tiene nada que ver con el recorte de liberados sindicales; quiero creer que estas convocatorias no tienen nada que ver con la pérdida de subvenciones y de locales sindicales; quiero creer que estas proclamas no tienen nada que ver con la pérdida de privilegios; quiero creer que estas reivindicaciones no tienen nada que ver con la salida del Pacte del Govern, y quiero creer, en definitiva, que no se está manipulando a los enfermos en beneficio propio. Con la sanidad no se juega, porque el tema es demasiado serio y demasiado importante como para hacer de él una mera moneda de cambio. Quiero que los convocantes de esas manifestaciones me expliquen con pelos y señales todos y cada uno de los recortes, excepto los salariales, que ya los conozco; quiero que me expliquen qué PACs se van a cerrar por la noche; quiero que me expliquen cuántas camas y dónde permanecen fuera de servicio; quiero que me digan cuál ha sido la reducción de personal desde que el nuevo Ejecutivo tomó posesión de su cargo y quiero que me digan cuáles son sus propuestas para salir del socavón en el que estamos metidos. Y a los políticos, que hablen alto y claro, detallen sus líneas de actuación y pongan al frente de la sanidad, de una vez por todas, a los mejores gestores, y no den este lamentable espectáculo de nombrar y destituir cargos en apenas dos meses. Baleares no se merece lo que está pasando.
