Un mal gesto del Rey

El Rey también puede tener un mal día. Y lo ha tenido con los periodistas. Una ironía, un ataque contra los medios, unas expresiones raras, como “lo que os gusta es matarme”, “ponerme un pino en la tripa todos los días en la prensa”. Un mal gesto. Sin entrar en análisis psicológicos de aficionado, esa salida de tono puede reflejar cierta inseguridad, cierto malestar por las especulaciones, cierta manía de que hay conspiración o presión para que deje paso al Príncipe. El Rey tiene perfecto derecho a defender su mala salud de hierro, a mantenerse en su sitio hasta que el cuerpo aguante, a no permitir menoscabo en su imagen y en su capacidad para reinar, pero no puede, por lo que es y representa, hacer desmentidos con exabruptos contra la prensa ni contra nadie. Ese punto de autoritarismo, de transmitir que es intocable, de arremeter contra quienes han puesto en duda su salud, no parece adecuado para el Jefe del Estado. Que el Rey también se cabrea no es noticia. Que lo haya expresado en público es lo noticiable por insólito. El Rey sabe que la prensa de este país lo ha tratado con exquisitez, con bula, con cariño y hasta con silencios cómplices o de autocensura en alguna actuación privada. Pero cuando está en el alero la salud real y la sucesión, la prensa tiene la obligación de hacerse preguntas y de preguntar. Tiene la obligación de intentar saber la verdad. Y la verdad de la Casa Real no se transmite con un ataque a los medios informativos, se hace con partes médicos. En estos momentos, la imagen que trasmite el Rey en sus actos públicos no es precisamente de salud de hierro. Y eso no se contrarresta con “lo que os gusta es matarme”. Esas frases son un palo a la monarquía, mucho más que algunas especulaciones sobre el estado de salud del Rey. No ha sido un gesto afortunado.