Cuando un medio de comunicación cierra, o lo cierran, siempre es un fracaso. No importa que sea público o privado, pero algo ha fallado en planteamiento, desarrollo o gestión. Televisió de Mallorca no es un excepción, es la constatación de que un medio no se mantiene solamente con las buenas intenciones que pudieron poner quienes la crearon, no se mantiene con una audiencia muy por debajo del mínimo viable, no se puede mantener si hay otros medios que cumplen la misma función, no se puede mantener sin autonomía financiera, no se puede mantener con dinero público -aunque esté pensada como servicio público- si la caja está vacía y hay prioridades ineludibles. Primun vivere. Los gobernantes que han perdido, que antes criticaron la red de radio-televisión montada en la penúltima legislatura, echan cuentas y critican ahora que el cierre de [M] pueda tener un coste cercano a los nueve millones de euros. Ellos saben lo que cuesta al año mantener en funcionamiento radio y televisión y pueden saber, si echan cuentas, lo que va a costar en los próximos años. Lo peor es que la decisión afecta a puestos de trabajo de periodistas y técnicos, pero ese panorama doloroso se está produciendo también en la televisión privada que no ha podido hacer frente al reto de competencia en la TDT. Que cierre un medio de comunicación siempre es un fracaso, pero quienes defienden a ultranza su permanencia, podría propugnar la privatización. A ver si hay algún inversor que quiera hacerse cargo de la Televisió de Mallorca. Si aparece, si lo encuentran, sería una prueba de que se equivocan quienes quieren cerrarla. De momento, y con consideraciones estrictamente de audiencia, es que [M[ no tiene quien la vea. Y eso no hay quien lo soporte.
