Ya está. Ya han convocado huelga para el Jueves Santo los trabajadores de la empresa pública de aeropuertos. Se le abre otro frente al Ministerio de Fomento cuando todavía colean las actitudes de los controladores que dinamitaron un puente y ahora tienen que acatar un laudo y apechugar son responsabilidades legales. Los trabajadores de Aena siguen la táctica de guerrilla laboral que han hecho famosos a controladores, pilotos, maquinistas y, en menor medida, a conductores de autocar. El transporte como objetivo estratégico; la huelga, cuando más duela. Tienen incluso la desfachatez de decir que si alguien tienen un billete para el Jueves Santo “que lo cambie”. Dan por hecho que no llegarán a ningún acuerdo y que los jueces les darán la razón. Nadie pone en duda que sus reivindicaciones puedan ser justas, que lo lógico es que haya una proceso de negociación con Fomento, que si no se llega a un acuerdo intervenga un árbitro; nadie les niega tampoco el derecho constitucional al paro legal, pero cuando un colectivo como éste convoca huelga para Semana Santa, no es que luche por sus intereses, es que les importan un bledo los intereses ajenos. Actitudes así deslegitiman moralmente a quienes las propugnan. No tienen razón en perjudicar a transportistas, hoteleros, oferta complementaria y viajeros para presionar a Fomento. No tienen derecho a sembrar la duda de que si la Semana Santa será o no una encerrona, como pasó en el puente de diciembre, porque pueden hacer mucho daño al turismo incluso si se llega a un acuerdo antes del Jueves Santo. Son malos imitadores. No actúan de buena fe.
