Un día en una parada de autobús vi un anuncio que hablaba de “los pactos del Consolat”. Alguna eminencia del Govern, que desde luego no iba mal encaminada, había pensado que el futuro de Antich estaría garantizado si lograba unir su nombre, el de la Presidencia del Govern, con los pactos de Competitividad que firmó en su momento con los sindicatos y las patronales. Los famosos pactos que pretendían tener algo que ver con aquel pacto de la Moncloa que permitió al Gobierno de Suárez, en el inicio de la transición, sentar algunas bases económicas de futuro. Esta luminaria, seguro que se imaginaba que en todos los bares la gente a la larga iba a hablar de que “esto lo han arreglado los pactos del Consolat”, y de esa manera el apoyo a Antich quedaba asociado a progreso, diálogo, acuerdo, futuro. El problema no vino por la publicidad, sino por los pactos que probablemente fueron una maravilla en cuanto a la participación, al diálogo y a todas esas cosas que se dicen y que están siempre que hay éxito pero que no son el éxito. 140 mil parados parecen desmentir que los pactos hayan conseguido el objetivo que uno cree que pretendían. Hay 140 mil razones para dudar de su eficacia. Habrán sido un papel maravilloso, pero no logró resultados, por mucho que a pie de página estuviera la firma de todos los que cobran las correspondientes dietas. O sea que recordar los pactos es como recordar el paro. Justamente el efecto contrario al pretendido. Uno de los dirigentes de IB3, seguramente por encargo de su director general, ha hecho un estudio que presentó hace unos meses en el que determina que IB3 genera 1,4 euros por cada euro que dedicamos a ella. Es decir que si hiciéramos dos o tres cadenas de televisión autonómica estas islas estarían al nivel de Estados Unidos. La evidencia no merece argumentación. Tanto los pactos como los estudios de IB3 responden al mismo patrón: desde dentro, uno tiende a ver útil y productiva la función a la que se dedica. Lo cual es comprensible y hasta exigible: si no se cree en lo que se hace, desde luego no hay posibilidad de que jamás se vaya a llegar a buen puerto. Si uno le preguntara a los 66 directores generales del Govern saliente si su área aportaba algo a la comunidad, nos darían una lección brillante sobre por qué son relevantes. Incluso puede que alguna de estas direcciones generales contratara una consultora especializada para que hiciera un análisis estratégico, hasta con los correspondientes KPI's, para determinar que no sólo son necesarios, sino imprescindibles. Y alguno hasta vaticinará que a Bauzá le va a ir mal por haber cerrado su dirección general. Por esta tendencia irrefrenable de los humanos a perder el sentido común cuando hablamos de nuestros hijos y de nuestro trabajo, la única posibilidad que había de aplicar una medicina racional al Govern era hacerlo antes de poner un pie dentro, antes de que el ujier coja al presidente del brazo y le explique lo importante que es todo, antes de que nadie presione, sin haber contestado el teléfono, sin debate, sin concurrencia de opiniones. Supongamos que, incluso sin entrar en el Govern, Bauzá hubiera abierto un debate democrático, plural, en el seno de su partido, para saber la opinión sobre un recorte de este calibre. ¿Esperaría alguien que los dirigentes del PP, principales víctimas de este recorte, habrían aprobado su exclusión del Govern? Pero no siempre va a ser así. Aquí cada paso cierra puertas. El camino es irreversible. De la misma manera que Bauzá no pudo aplicar el recorte en cargos a las islas de Ibiza y de Menorca, porque hasta ahí hemos llegado, Bauzá necesita el apoyo de estas islas pase lo que pase, lo mismo le sucederá si toca ciertos puntos del gasto público que son críticos, que hacen saltar chispas, que son la vida de algunos agentes sociales. Muchos de estos posibles afectados van a llegar a la mesa de Bauzá antes, mucho antes que el borrador de decreto, incluso antes de que vea cuál era la realidad pasada, incluso antes de que sepa de la existencia de esos gastos. Tal vez, hasta el propio Antich al mostrarle la mesa del despacho le haya dicho que encima de ella le queda el escrito de algún agente social recordándole que el ahorro está muy bien pero que no puede ser universal, que no todos nos tenemos que apretar el cinturón de igual forma porque algunos somos más importantes que otros en el ejercicio del poder. Porque, hasta ahora, Bauzá se ha cargado de razón con sus recortes, se ha legitimado para no tener piedad, habiendo cortado las cabezas de los suyos tiene base para ser implacable con los demás, pero sólo ha ahorrado 26 millones de euros, suponiendo que esta cifra sea verdad. El déficit del Govern anualmente es del entorno de los mil millones, o sea que aún queda un largo recorrido, sobre todo doloroso. Por la cuenta que me trae, la semana que viene voy a explicar y recordar el tremendo valor que tienen estos artículos para la sociedad mallorquina e incluso para la historia de la Humanidad. Esto sí merece el apoyo público porque no en vano millones de lectores potencialmente podrían enriquecerse con ellos. Pero antes tengo que hablar con Bauzá. El tiempo se agota.
