OPINIÓN | Nadie se mueve y, mientras, nos hundimos

La estructura de los partidos, detrás de la crisis española

Ahora, cuando vemos lo que dicen las encuestas y que probablemente hoy ratifiquen las urnas, ahora cuando hasta en el PSOE parecen más preocupados por la sucesión en la secretaría general que por La Moncloa, ahora es lógico preguntarse cómo es que un partido político puede llegar a esta situación sin haber rectificado el rumbo, sin haber intentado abrir el paracaídas. Si en 2007 alguien le hubiera dicho al Presidente que estuviera atento a lo que decía Pizarro; si Solbes hubiera sido escuchado cuando su dimisión, hoy perfectamente comprensible; si alguien hubiera prestado atención a Sevilla, que prefirió el ostracismo al incendio al que creía que sus compañeros estaban encaminándose; si en 2008, cuando empezaron los planes E, alguien le hubiera explicado al Presidente que lo de las cajas no estaba a nivel de “champions”, como nos contaba; si le hubieran asesorado de que Sarkozy no tenía precisamente miedo a que España superara a Francia o que aquellos no eran brotes verdes sino espejismos; si algo de esto hubiera sucedido, hoy probablemente no estaríamos tan hundidos en este agujero. ¿Por qué nadie abrió la boca ni siquiera hace unos meses, cuando se sugería que convocar elecciones anticipadas hubiera sido mejor? ¿Por qué nadie dijo que convocar las elecciones antes del verano para noviembre era achicharrar a Rubalcaba? Nadie habló en el PSOE por lo mismo que nadie dijo una palabra en el PP cuando veían aquella boda casi imperial en El Escorial o cuando llegaban las imágenes de Aznar en el rancho de Texas, con los pies sobre la mesa, fumándose un puro y explicando que España iba a poner orden en Afganistán; tampoco entonces nadie parece haber dicho que ese rumbo no coincidía con las inquietudes de los españoles. En el caso que se dilucida hoy en las urnas, cómo es posible que un partido y un gobierno hayan llegado a este estado de cosas sin que nadie interviniera, sin que nadie diera la voz de alarma, sin que haya habido una rebelión interna. Por otros temas puede que no sea esperable una protesta, pero cuando está en juego la supervivencia, la gente tiende a responder con ferocidad. Cómo fue posible este silencio cuando algunas personas como Jordi Sevilla, Pedro Solbes, Carlos Solchaga o, incluso, Felipe González dicen que eran conscientes de la situación. Cómo puede un partido inmolarse de esta manera, sin que nadie reaccione, sin que nadie dé un golpe sobre la mesa. Pensemos que en unos meses podríamos encontrarnos con que el ayuntamiento de Vigo sea la institución de más importancia que gobierna el PSOE en toda España, algo sin precedentes en la democracia y que hace de Lloseta un bastión de este partido.  LA ORGANIZACIÓN DELPODER Cualquier analista acepta que esto está poderosamente influido por la nefasta distribución interna del poder en los partidos políticos. Las bases no nombran a los líderes sino que, si se me permite la hipérbole, estos eligen a las bases. Todos los cargos dependen de caer o no bien al líder. Las críticas, por lo tanto, no existen. Antes morir que hablar. Aquella frase de Alfonso Guerra de que “el que se mueve no sale en la foto” se aplica con tal dureza que hasta él mismo, que en privado criticó sin límites el Estatuto de Cataluña, tuvo que votarlo en el Congreso porque corría el riesgo de que todo el poder del jefe cayera sobre él y arruinar su aspiración de futuro que parece ser cobrar un sueldo y vivir tranquilo. Por eso es que el PP llega a esta campaña con un líder flojo que ya ha perdido dos elecciones generales y que ahora no va a ganar, sino que sus rivales, por el mismo motivo, van a perder. La distancia entre el poder y la realidad, encima, suele incrementarse exponencialmente en los segundos mandatos del líder, cuando se convierte en un césar a quien no hay quien le tosa. El sistema, que necesita una revisión urgentemente, ni siquiera permite que los diputados y  dirigentes territoriales respondan ante los ciudadanos. El poder baja desde el líder a la base, por lo que si alguien ve un error, calla. El absurdo se justifica en que “el jefe es un maestro en manejar los tiempos”, “él es el que conoce las claves”, “sí, también le criticábamos hace cuatro años y arrasó en las urnas”, y con estos argumentos, nos vamos a la ruina, con dudas que ni se susurran. La situación actual de España es extraordinariamente delicada y el hundimiento socialista tiene las mismas proporciones épicas. En casi todos los niveles del poder en España, vemos partidos políticos callados, silenciados, conformados por militantes que sólo hablan en privado y que saben que se juegan la cabeza si protestan. También en Baleares, por supuesto. REDIRECCIÓN URGENTE ¿Tanto nos cuesta emprender las reformas internas en el sistema que hagan posible una mejora de la democracia? Permitir que las bases de los partidos sean independientes del jefe, que el poder vaya de abajo a arriba es fundamental para que algo como lo que nos acaba de ocurrir no pueda suceder otra vez. Es preferible que los gobiernos caigan por la constestación interna de los mandos intermedios de un partido que no que caiga un país o una autonomía o un ayuntamiento porque su cúpula era irresponsable y nadie se atrevía a cuestionarla. Retocar el modelo democrático español es un ejercicio de responsabilidad: necesitamos que nunca más un partido se calle ante el desastre, por temor de sus miembros a perder su escaño en las siguientes elecciones. Lo responsable es corregir esto para que no nos vuelva a pasar.

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