Un grano no hace granero, pero hay granos y granos porque uno, aunque solamente sea un caso de pederastia en el seno de la Iglesia de Mallorca, provoca gran alarma social, asombro y rechazo de fieles y no fieles. Y, también a tener en cuenta, sospechas, porque los curas, como maestros, entrenadores o monitores, trabajan y están en contacto directo con niños y adolescentes. Es cierto que el obispo ha actuado con decisión, algunos dicen que con valentía, pero el asunto viene de lejos y ahora sale a la luz porque ha tenido repercusión en medios informativos nacionales, porque hay una corriente internacional de denuncia, porque el Vaticano, después de muchas reticencias, ha condenado públicamente los casos de pederastia en el seno de la Iglesia. Han apartado al garbanzo negro de sus funciones en el escenario de su presunto crimen o crímenes, pero si el obispo ha tomado esa decisión es porque tiene indicios de que ha habido algo más que “conducta irregular”. En estos casos no conviene ser ni diplomáticos ni comprensivos. Si hay algo más, que lo ponga en manos de la justicia. Abusar de un niño es imperdonable incluso para la Iglesia.
