OPINIÓN | ANTE LA ESCASEZ DE RECURSOS

El gasto en educación también se tiene que revisar

La directora de un instituto de enseñanza secundaria de Palma aprovechó la visita del President del Govern Balear para decirle que “en la educación es lo último en lo que hay que ahorrar”, repitiendo lo que es una reivindicación bastante extendida en la sociedad actual. La directora nos viene a decir algo de lo que seguramente nadie discrepa: ¿no estamos de acuerdo todos en que la educación es fundamental? ¿Entonces, cómo se puede explicar que vayamos a recortar el gasto en ella? Recortar el gasto en educación sería, pues, contrario a mejorar la educación. El planteamiento parece impecable. Pero yo discrepo y me gustaría aprovechar la columna de hoy para explicarlo, porque este tema es otro de esos tabúes en los que un pensamiento simplista nos puede llevar a defender lo absurdo. Mi postulado es que es mentira que gastar más signifique siempre mejor educación (lo importante aquí es el “siempre”). ¿Acaso la enseñanza concertada, que cuesta un 50 por ciento menos que la pública (y que nos deberíamos preguntar por qué) es la mitad de buena? Aceptemos, sólo a los efectos de este razonamiento, que son dos situaciones diferentes que no deberíamos comparar, ¿pero diría alguien que la concertada es la mitad de buena que la pública? En otras palabras ¿un diez por ciento más de dinero en la educación equivale a una mejora del diez por ciento en la calidad de la enseñanza? No, por supuesto. Si un centro educativo tiene un encargado de mantenimiento que no tiene ni idea de lo que tiene entre manos y obliga al centro a gastar bastante más de lo que tocaría en obras y reparaciones, ¿es mejor la enseñanza en ese centro porque el gasto ocasionado por ese manazas supone costes más altos? Si a un profesor le subimos el salario al doble, ¿mejorará la enseñanza proporcionalmente? ¿Es que si gastamos en equipos técnicos mejora la enseñanza? No necesariamente. La carencia de profesores, por ejemplo, no se palía con diez pizarras electrónicas, que sí suponen más gasto. Es decir que hay que erradicar esa idea recurrente de que en sanidad y en enseñanza hay que poner dinero de forma irrestricta. Como en todo, hay que gestionar bien, hay que estudiar cada caso y es posible que al final haya que gastar más, pero es posible que también podamos gastar menos. LA MOTIVACIÓN, CUESTION CLAVE Todos sabemos que el nivel de motivación de las personas y de los equipos es fundamental para que la productividad aumente (palabra que provoca escozores en muchos, pero que simplemente significa medir y evaluar aquello que se aporta a cambio del salario). Se puede acabar el curso habiendo logrado que los estudiantes se hayan implicado, que hayan disfrutado, que hayan aprendido o, por el contrario, podemos hacer como que hacemos, esforzándonos lo mínimo, pendientes de conseguir bajas y puentes, escurriendo el bulto y culpando a otros de nuestro fracaso. Una diferencia abismal de resultados, con iguales costes, sólo porque hay un profesor motivado y uno desnortado. ¿Hay profesores desmotivados? Claro que los hay, por el sencillo motivo de que en la Administración pública ser esforzado o ser vago, dedicarse o echarle cara, tiene el mismo premio: la indiferencia. Incluso, todos sabemos que en algunos lugares, trabajar como toca es casi imposible porque eso eleva el nivel y nunca falta quien amablemente te recuerda que no hay que ser mal compañero. ¿Conoce alguien este tipo de conductas? ¿O es que hay muchos profesores de instituto, por ejemplo, que cumplan con las horas de presencialidad? Al menos hemos de admitir que si el nivel de motivación fuera otro, la calidad de la enseñanza subiría de forma sustancial sin poner un euro más. Yo conozco profesores fantásticos que pese a las adversidades del sistema llevan años y años dejándose la piel, cada día más decepcionados, cada día más tristes con los logros generales. Y también conozco perfectos caraduras, que todos tapamos porque todos queremos ser buenos compañeros, que no sólo no aportan nada, sino que, lo peor, arrastran a otros hacia una espiral de degradación. ¿Estamos hablando, pues, de más dinero? En general, no; aunque puede haber situaciones en las que tal vez hubiera que poner más recursos. ¿QUIEN REORDENA EL SISTEMA? ¿Quién pone orden en todo esto? Con el modelo actual de gestión pública, en mi opinión es imposible. La primera razón es que aquí no hay manera de gestionar nada porque la conselleria cambia de arriba a abajo cada cuatro años. Es muy dudoso que la gestión centralizada, en la que los centros educativos son brazos ejecutores sin ningún poder, sea la más eficaz, pero si encima en la conselleria apenas un puñado de personas siguen en sus cargos, si siempre se empieza de cero, si siempre se cambian los planes, si siempre se intenta determinar de qué estamos hablando, cómo es cada uno, cómo se funciona, tenemos asegurado el fracaso. Y, para cuando nos enteramos, de nuevo elecciones y otro cambio general. Si esta inestabilidad no existiera, tampoco hay ni herramientas ni mecanismos para tomar decisiones porque ahí aparece el segundo gran problema: el funcionario es intocable. Una vez han accedido a su plaza, es para toda la vida, sí o sí. Si no hay continuidad en la gestión, si quien actúa no está perfectamente informado y sabe lo que hace, y si encima lo que podría hacerse sólo es mover piezas porque no hay manera de redirigir las cosas, entonces el margen de maniobra es muy estrecho. A mi entender, es necesario abordar de raíz el problema de la educación pero, pese a que la situación no puede ser más nefasta (me refiero a los resultados que da el sistema), la alta sindicalización, la perenne inestabilidad de la conselleria, la propia legislación de la Función Pública, convierten este reto urgente en algo casi imposible. Por ello, creo que este Govern, como los anteriores, hará cambios, moverá las cosas de aquí para allí, tal vez logre arreglar alguna cosa, pero soy muy escéptico de que llegue a modificar la situación de fondo porque ni tiene medios, ni el ambiente es propicio para arreglar las disfunciones; ya con llevar el día a día tendrá bastante. Ni siquiera parece que la sociedad aún se haya dado cuenta de que el problema de la educación es la raíz de todos los males, incluida la debilidad de nuestra democracia. Antes de concluir, quiero precisar que no tengo ni idea de qué pedía exactamente la directora de este instituto de Son Gotleu, por lo que el uso de esta anécdota para introducir el tema no supone valorar su petición.

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