De buena mañana y como conejillo de indias. Como este Mallorca es complaciente con la Liga, la Federación, las televisiones y cualquier otro poder fáctico, hala, a jugar un domingo a la hora de la misa mayor, del aperitivo, de la playa o de la resaca. El cuerpo del espectador no está para fútbol a horas tan intempestivas. El del jugador, tampoco. En Segunda División se aguanta todo, pero en Primera convendría hacerse más de valer, sobre todo para evitar que se repita que el Mallorca sea banco de pruebas para la noche de los lunes y ahora para la mañana de los domingos. Alguien tendría que poner algo contundente sobre la mesa y negarse a servir de animal de experimento para detectar audiencias en el mundo. Como no parece que un Mallorca-Villarreal despierte pasiones en Singapur o Ecuador, quizá los genios del marketing del espectáculo futbolístico tendrían que haber empezado con un Barca-Espanyol o un Sevilla-Madrid de la misma jornada, que ya habrán terminado los dos grandes su guerra particular. Pero a ver quién se atreve a obligar a Mourinho o a Guardiola a que sus jugadores hagan un matinal dominguero para televidentes de Sanghai. O todos moros, o todos cristianos. Solo se atreven con los débiles y con los indigentes. Alguien tendría que poner algo sobre la mesa y patalear un poco para defender, al menos, la dignidad.
