El espectáculo político que estamos viviendo en Baleares y que se refleja en el Parlament, basado en el cruce de acusaciones sobre si hay o no hay dinero, sobre quién dilapidó o no, sobre cómo está nuestra salud financiera, es simplemente inaceptable. No puedo entender que un tema objetivo, cuantificable y que presenta escaso margen para la discusión, se convierta en un asunto de disputa. Otra cosa son las prioridades o las soluciones que se ofrecen para nuestra crisis financiera, pero el diagnóstico no debería admitir mucho barullo. Intentaré explicar las dimensiones financieras de nuestro problema, según los datos que son públicos y que están al alcance de todos, aunque no se consultan. Para empezar, hemos de tener presente como dato marco que, desde hace ya unos cinco años, el Govern gasta unos 3.500 millones de euros anuales, con pequeñas variaciones, últimamente a la baja. Saber qué se ingresa es, entonces, el otro dato crítico para entender qué déficit tenemos. Esto, que debería ser sencillito, es complejo, porque los Presupuestos, el documento por excelencia para analizar este equilibrio, no exigen que los ingresos que se declaran sean verdaderos, sino basta con presentar una estimación razonable. Pero, como el papel lo aguanta todo y como para cada uno lo razonable es lo que propone él mismo, entonces se generan grandes diferencias entre lo que se espera recaudar y lo que, efectivamente, se ingresa a final de año. Veamos: los recursos del Govern proceden de tres fuentes: por un lado su participación en los ingresos del Estado, fundamentalmente Renta, IVA e Impuestos Especiales; por otro lado los impuestos sobre Trasmisiones Patrimoniales que son las tasas a la compra venta de viviendas y coches usados y, finalmente, trasferencias del Estado. Para gestionar estos impuestos, como aquí lo tenemos todo irresponsablemente duplicado, en Baleares hay dos agencias tributarias, la de toda la vida, que es del estado, y una nueva, autonómica. En 2010, la Agencia Tributaria del Estado recaudó en Baleares 2.200 millones de euros por todos los conceptos. Esta cifra incluye 1.243 millones del IRPF y 489 del IVA, más la recaudación del impuesto de Sociedades. Estas cifras, sobre todo la de IVA y muy especialmente la de los impuestos especiales (tabaco, combustibles) sufren posteriores correcciones, al alza. Pero como dato hay que tener presente que el IRPF de todos los ciudadanos residentes en Baleares genera 1.243 millones de euros reales, mientras el Govern gasta 3.500 millones. Pero no lleguen a conclusiones precipitadas: de esa recaudación, como sabemos, una parte se queda en Madrid para financiar los gastos del Estado, otra va a los ayuntamientos y otra parte viene a la autonomía balear, con lo que lo finalmente disponible no llega a la mitad (498 millones en 2010, según lo presupuestado). Con el IVA sucede lo mismo. Por lo tanto, ni siquiera esos 2.200 millones se quedan aquí, lo cual, visto desde otro prisma significaría que ni siquiera si fuéramos un territorio independiente, nos libraríamos del déficit desbocado que tenemos. Después está la recaudación propia del Govern, que fundamentalmente se basa en Trasmisiones Patrimoniales y AJD: estos tributos recaudan ahora menos de 300 millones, cuando en algún momento estuvieron en el entorno de los 600. Estos sí están afectados por la crisis, cosa que no ha sucedido ni con el IRPF ni con el IVA, tributos que no han crecido en estos últimos diez años, pero tampoco han caído de forma significativa. A partir de aquí sólo quedan por contabilizar los acuerdos, los convenios, trasferencias para compensar ejercicios, etcétera, que es un terreno muy variable y difícil de desmenuzar (560 millones en 2010), dinero que Madrid aporta para el Govern. O sea, juegos malabares para que esto cuadre. En los años en los que la economía balear iba fantásticamente, todos los ingresos del Govern llegaban en total a los 2.800 millones de euros, y sistemáticamente se contrataba una deuda de 700 millones más (independientemente de quien gobernara). Ahora, el desfase es mucho más acusado, superior o rondando los mil millones. Dicho en términos que se entiendan: si todos pagáramos exactamente el doble en el impuesto de la Renta, el doble de IVA y el doble por los combustibles y el tabaco, entonces tendríamos un déficit mínimo, pero aún así, déficit. ¿Hay alguien que piense que es posible que paguemos el doble por los impuestos fundamentales y que nuestra economía siga funcionando? Es lógico que los ciudadanos no accedamos a esta información, pero no es tan lógico que ni los políticos, ni sobre todo los medios de comunicación nos mantengan al margen de estos datos, que son los fundamentales para entender cómo estamos, por qué la crisis, qué dimensión tiene. Que los políticos no nos hablen de que todo lo que se gasta, lo que se contrata, lo que se paga, tiene que proceder de nuestros impuestos, es un misterio que a todos nos vino bien mientras duró. Los parlamentos nacieron para controlar este gasto, para vigilar a los gestores, para asumir un rol censor en estos asuntos; para que el ciudadano supiera qué le iba a costar todo esto. Esta es la función central de la política: vigilar si nos están arruinando o no. Pero aquí nos limitamos a acusarnos, con o sin fundamento, que tanto da. Y los ciudadanos, a esperar que alguien nos resuelva los problemas.
