opinión | Marc González

Desnudos

MARC GONZÁLEZ. Me pregunto por qué somos la única especie que cubre su desnudez. Me respondo que para vencer al frío de la última glaciación. Sí, vale, eso fue hasta hace 10.000 años, pero ahora tenemos verano, zonas tropicales, en fin, que no parece muy necesario cubrirse a todas horas. Me vuelvo a responder que nos vestimos para engordar la cuenta de don Amancio Ortega. Todos nos tapamos, pero ¿y si todos fuéramos desnudos? Sin duda, damos más pistas de nosotros mismos cuando nos vestimos que cuando andamos en pelota.

Desnuditos nos tienen, sin embargo, los gobiernos, la CIA, Al Qaeda, el Mosad, las compañías telefónicas, la choriza banca española, los operadores de internet y hasta los guachimanes del aeropuerto que, si no nos ven las vergüenzas corporales, al menos saben si viajamos con otras extracorporales en el equipaje. Hasta en España tenemos un servicio de inteligencia, quién lo diría.

Cornamentas al margen, los grandes hermanos conocen qué hacemos a todas horas: nos escuchan las conversaciones en las que hablamos mal de nuestro partido, nuestro jefe o nuestra familia política; rastrean nuestras cuentas bancarias y, mediante complejos sistemas algorítimicos, saben qué páginas de internet visitamos asiduamente y actúan en consecuencia, ordenando las respuestas de nuestro buscador de acuerdo con nuestro vicioso perfil. Pruébenlo, cojan dos ordenadores de dos personas distintas e introduzcan en el mismo buscador idéntico término. Horror, a uno le salen unos resultados y a otro unos distintos. Por si fuera poco, creamos redes sociales en las que contamos a perfectos desconocidos intimidades que jamás le confiaríamos a nuestro vecino de toda la vida. Controlando el consumo del agua saben si tenemos piscina o si padecemos diarrea crónica. Por nuestra tarjeta de crédito conocen a qué hora consumimos más y qué clase de cosa inútil estamos dispuestos a comprar. La forma del iris, permite comprobar a los gringos si ya les hemos visitado. Por la tele de pago auscultan aficiones y obsesiones. Si vemos documentales de la 2, determinan cuántas veces a la semana echamos una siesta.

Cuanto más cubrimos nuestra anatomía más desnudamos nuestra persona ante los megaespías comerciales del universo. Porque se trata de eso. Creamos una red de detección de terroristas para evitar que acaben con nuestro negocio de venderles armas. Se espía al adversario político para saber si su partido roba en la misma proporción o si, por ventura, ha descubierto nuevas e imaginativas vías de financiarse.

Si al menos anduviéramos desnudos de verdad, tendríamos alguna alegría visual, caramba.  

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