La fuga de Jaume Font y el alumbramiento de su nueva formación condujo hace 10 días a que en las filas populares de las Islas se extendiera el temor de que el tiempo que resta hasta la llegada de la campaña se pudiera convertir en una progresiva erosión de sus perspectivas electorales. A 100 días de la apertura de los colegios electorales de Baleares, el ánimo entre la militancia del centroderecha ha variado respecto a la consternación que representó la decisión del pobler de abandonar el partido de su vida, y el aparente devenir de las alianzas políticas ha insuflado oxígeno al pesimismo popular de entonces. El mayor miedo para los simpatizantes del PP era que el porcentaje de sufragios que se le calcula a Font no se viera plasmado con igual representación parlamentaria, ya que este previsible saco de votos del promotor de la Lliga Regionalista no le bastaría para ocupar un escaño, aunque sí para arrebatárselo a su antiguo partido. Pero el matrimonio al que parecen condenados Font y UM sí se traduciría en sillas en Palau Reial, y si de esta alianza saliesen un par de escaños, sería una sorpresa que se destinasen para que la izquierda reeditase un Pacte que echó a UM de las instituciones, y contra el que Font ha estado luchando toda su carrera. Una investidura a la catalana –abstención en segunda votación, y presidencia del ganador electoral por mayoría simple- se asomaría a día de hoy como la opción más probable en el caso de cumplirse la secuencia narrada hasta el momento, con muchas miradas dirigidas en la flexibilidad de María Salom. Más allá de las cábalas, lo cierto es que el terremoto provocado por el pobler ya ha socorrido la movilización del electorado del PP, incluida la prensa más afín a la formación del centroderecha, que no se olvida de recordar el regionalismo del propietario de un Bar en Inca que se llama “Español”. Con sólo un puñado de votos responsables de decantar la balanza electoral, la dureza del peregrinaje hasta las urnas fluctúa sobremanera para los únicos partidos con opciones de copar las instituciones, mientras apenas se atisba síntoma alguno de apaciguamiento de la crisis y de su imparable ola de desempleados.
