Bajo los lienzos de los seis presidentes constitucionales de Baleares, el pasado martes reunió Francesc Antich en el Consolat a los representantes de las catorce principales entidades financieras del país, a fin de hacerles una rocambolesca petición, como si estuviera totalmente abstraído de la realidad de su entorno. No se le ocurrió otra cosa al president socialista que pedir dinero a las entidades de crédito para que financiasen su última aventura inmobiliaria, en un momento en el que bancos y cajas están bajo la lupa de todo el mundo porque en sus balances constan casas y promociones a precios muy superiores a su valor actual de mercado. La falta de crédito es la consecuencia directa de ese mal, pero Antich no se dio cuenta hasta que fue él quien acudió en busca de financiación, y los bancarios le dijeron que no, que en qué mundo vivía. Responsables del Santander, de la Banca March, del BBVA o de Sa Nostra ni siquiera mantuvieron el decoro habitual de quien visita a un gobernante, y no olvidaron su sentido común frente a la solemnidad de este tipo de encuentros. Bajo los retratos de un Jaime Matas envuelto por un impecable color oro, y de un Francesc Antich apenas coloreado por simples lápices, nuestro president comprendió el efecto de que la Comunidad que gobierna haya entrado gracias a su dedicación en el podio de regiones españolas con más déficit y con más deuda respecto del PIB. Por mucho que insista el socialismo balear en que la deuda del Archipiélago se deben a los proyectos faraónicos de Matas, lo cierto es que las obligaciones del Govern se han doblado desde la entrada en las instituciones de los actuales dirigentes, al pasar de casi 2.000 millones de euros a los cerca de 4.000 actuales. Sin que las entidades financieras confíen en el presente Ejecutivo, no le ha quedado otra a Antich que acudir a los ciudadanos a pedir oxígeno económico, aún a costa de que los hasta 300 millones que reclama se tengan que devolver en un año a un interés de casi el 7 por ciento, si al 4,75 por ciento publicitado se le suma el 2 por ciento de comisión que se llevaran los bancos y cajas colocadoras. Es decir, más de 20 millones de euros que las arcas públicas perderán en concepto de unos intereses cuya prima de riesgo se sitúa a la altura de los conocidos como bonos basura, esos mismos que originaron en Grecia el primer rescate de la UE a un país de la Eurozona. Pero además, la emisión de bonos del Govern acontece en pleno debate sobre la idoneidad de las autonomías, sobre el dispendio en ellas, en una semana en la que el Estado central dijo que va a frenar las emisiones de deuda en una Cataluña que tiene un déficit menor que de las Islas. Del oportunismo –aprovechar el momento para el propio interés-, una cualidad imprescindible para un buen gestor, no ha habido rastro ni en los últimos siete días, ni en los últimos casi cuatro años, como tampoco han sido oportunistas miembros del equipo de nuestro Papandreu, como al presidenta Francina Armengol, quien, con el asunto candente de las duplicidades –y hasta se habla de triplicidades-, sigue empeñada en conseguir dinero para mantener la televisión del Consell.
