ETA y su brazo político practicaron durante décadas el exterminio físico y social de los rivales políticos. Aquellos que se oponían a una Euskadi (y Navarra, por supuesto) independiente y socialista, se enfrentaban a su posible ejecución. Sus principales enemigos fueron los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (singularmente de la Guardia Civil) y de las Fuerzas Armadas, pero nadie estaba a salvo de su locura criminal.
Es cierto que ETA se disolvió hace algunos años y que muchos de sus integrantes están presos en las cárceles de España y de Francia. Tan cierto como que muchos de ellos que participaron en crímenes sangrientos nunca fueron juzgados. Algunos huyeron a otros países como Venezuela o Cuba, donde viven sin ningún temor. La organización terrorista ETA y su brazo armado siguen sin colaborar en el esclarecimiento de centenares de atentados, entre los que conviene señalar el de julio de 2009 en Palmanova que costó la vida a los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá. la prueba irrefutable de que no reniegan de su pasado genocida y criminal es que reciben a todos aquellos que son excarcelados como héroes, con actos de enaltecimiento y de reconocimiento público por haberse mantenido fieles a la organización, lo contrario de lo que hacen con quienes se han reinsertado a través de la 'Vía Nanclares', arrepintiéndose de sus crímenes y pidiendo perdón a sus víctimas.
A día de hoy esos execrables actos de bienvenida, los “ongi etorri”, siguen celebrándose entre muestras de exultante alegría, no tanto por el regreso de un amigo o familiar (que podría llegar a entenderse), sino por homenajear a los gudaris que consagraron su vida a la lucha armada, es decir, a matar, secuestrar y extorsionar todo lo que pudieran y más.
Claro que EH Bildu puede y debe hacer política. Faltaría más. Pueden y deben defender sus ideas representando a sus votantes en las instituciones democráticas. Y lo hacen. Realmente, lo hicieron siempre, excepto durante los pocos años en que fueron ilegalizados. Pero que su actividad sea legal no significa que sea ético ni decente pactar con ellos. No al menos mientras no renieguen de su estrategia fascista de eliminación física del adversario político. Lo mismo da que pacten con ellos PSOE, PP, PNV, Podemos o el sursum corda. Porque mientras no abjuren de su estrategia criminal y fascista desarrollada durante décadas, y pidan perdón por el daño causado a miles de víctimas inocentes, es legítimo e incluso lógico pensar que no les pesa lo que hicieron y que no se arrepienten de ello. Y por tanto, sus “convicciones democráticas” no son sinceras, sino coyunturales porque saben que el camino de la violencia no les lleva a otra parte que a la cárcel. Que no matan porque no les sale a cuenta, no porque no crean que es lo mejor y lo más correcto.
Lo que no tiene pase es que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se desdiga de sus contundentes declaraciones públicas cuando aseguró que jamás pactaría con EH Bildu y pretenda que eso no tenga consecuencias políticas y electorales. Claro que las tendrá porque son muchos los socialistas que no aprueban lo que está haciendo, pudiendo no hacerlo porque tiene alternativas que no pasan por abrazarse a los batasunos ni a Esquerra Republicana. Acusar a quienes le acusan de pactar con los proetarras de “Trumpistas” es de un nivel de infantilización y de tratar a la gente de estupida, que no merece mayor comentario.
Fue él quien dijo que no pactaría jamás con EH Bildu y vemos que su PSOE dedica ímprobos esfuerzos en blanquear al brazo político de ETA porque le viene bien ahora y porque carece de escrúpulos. No se puede decir una cosa y hacer la contraria, sin que eso acarree una enorme mella en la credibilidad. Y eso es lo que está pretendiendo Pedro Sánchez y su PSOE, una caricatura de lo que un día fue un partido responsable y en cuya palabra se podía confiar. Por más que al PSIB y a Francina Armengol le dé absolutamente igual.
Suceda lo que suceda, ni PSOE ni Unidas Podemos podrán hacer creer que EH Bildu persigue la estabilidad del Ejecutivo ni el progreso del país. Nuestra amnesia y nuestra inocencia no llegan a esos extremos perversos a los que pretende conducirnos José Luis Ábalos, Adriana Lastra y el equipo del presidente Sánchez.