No me cuentes cuentos
viernes 22 de noviembre de 2013, 14:44h
Alguna vez, ¿te has preguntado, la razón por la cual los cuentos infantiles son crueles y extremos? Los malos son malísimos y los buenos buenísimos. Se trata de cumplir una función: reproducir lo mejor y lo peor del comportamiento humano. En su exageración los niños se identifican con las historias, solo que en esa etapa asumen que las cosas terribles “pasan en los cuentos” conforme crecen, esos mismos niños se dan cuenta de la triste realidad. Que las cosas buenas y las cosas malas pasan cada día y a cualquiera.
Pero, ¿qué ocurre cuando una inocente historia provoca ideas irreales? Pensar un poco, ¿cuál es el cuento favorito de todos los tiempos? Sin duda, Cenicienta. Desde la versión de Perrault, hasta Pretty woman o 50 sombras de grey. Todas las mujeres hemos crecido a las faldas de “Cenicienta” y con ella, hemos heredado una historia que toda fémina en un momento u otro quiere repetir. Queremos encajar en el zapato de cristal, ser las “elegidas” y amar a nuestro príncipe azul por toda la eternidad.
Entre otras, esta es una de las reflexiones que se plantea Jennifer L Hardstein, psicóloga que ha escrito el libro “Princess recovery: A how-to guide to raising strong, empowered girls who can create their own happily ever afters”, que traducido sería más o menos “la sanación de la princesa: una guía para criar hijas fuertes y empoderadas que pueden crear sus propios finales felices”. Hardstein hace un llamamiento a todos los padres a guiar a sus hijas, les pide que ayuden a sus pequeñas a comprender los valores que las historias infantiles les muestran.
Lo que ella ha llamado “Síndrome de la Princesa” habla de los conflictos internos que puede provocar crearse ideas irreales, tales como la felicidad para siempre, la bondad infinita, el que si eres bella o elegante encontrarás el amor y la plenitud.
La autora no ha dejado títere con cabeza, también está en contra de los modelos promovidos por las celebrities adolescentes, las barbies o la publicidad. Invita a los padres a velar por la seguridad emocional de sus hijas, a que les enseñen valores como la individualidad o la aceptación de las particularidades.
Leer este artículo me hizo reflexionar seriamente sobre el tema, presté atención por ejemplo a la publicidad y escuché un anuncio de la “caravana de Barbie” entre otros mensajes, pude escuchar que decía: “ven a maquillarte a la caravana con tus amigas” me pregunté ¿y que tiene que ver el maquillaje, con un transporte que bien podría promover las actividades en familia, rodeados de naturaleza en lugar de potenciar el aspecto exterior como valor preminente?.
Por supuesto que soy consciente de que vivimos en una época donde la imagen es importante, aunque siempre lo ha sido, basta consultar los libros para verlo. Pero lo que plantea Jennifer Hardstein es incluso que los padres aplicamos cierta “dejadez” o asumimos que esos mensajes, cuentos o películas son inocentes, y que más tarde esas niñas se convertirán en mujeres que sabrán perfectamente que solo eran cuentos infantiles.
Harstein, no es la primera en plantear estas cuestiones Mariela Michelena autora del libro “Mujeres Malqueridas” también reflexiona sobre nuestra adicción a los cuentos de hadas. Incluso va más lejos e incluye a los hombres en esa insatisfacción, hombres que esperan a la “mujer perfecta” “sumisa” “ideal” que se promueve en algunas historias de nuestra niñez.
Al final lo que intento, es que reflexionemos si de una forma “aparentemente” inocente no se está contribuyendo a que en la búsqueda de la perfección, la rabia por no cubrir las expectativas creadas, derive en violencia sobre todo hacia las mujeres. Niñas que aceptan la violencia, porque han aprendido que para ser feliz hay que hacer cualquier cosa, incluso cortarse los dedos de los pies como las hermanastras de Cenicienta.