Hace casi un año escribí un artículo en este mismo digital que se titulaba "Gay, cuarentón y más sólo que la una" y hay que decir que en todo este tiempo pocas cosas han cambiado
Recuerdo cuando tenía veinte años y soñaba que al llegar a los 40 ya tendría un marido estupendo, sería un empresario de éxito o un profesional que viviría muy bien trabajando de lo que a mí me gustaba. Pasaríamos todas las vacaciones sin parar de un destino a otro como en una película de estas de Hollywood y lágrima fácil protagonizada por Ruppert Everett de hace quince años. Lo de tener hijos ya es otro cantar, soy incapaz hasta de mantener con vida a un cactus como para tener un pequeño diablillo a tiempo completo.
A medida que pasaron los años este sueño se fue desvaneciendo y entonces ya planeamos con algunos amigos que si de mayores seguíamos solteros acabaríamos viviendo juntos en un chalet y pasando la vejez gay de la mejor manera posible y que cada uno se imagine lo que le plazca que imaginar y mal pensar es gratis. A este paso más que para un chalet nos va a dar para un pequeño estudio en el extrarradio y poco más.
La cruda realidad es que aquí este servidor de ustedes sigue solterísimo, a duras penas mileurista y yendo de viaje de tanto en cuando a Madrid y en vuelos low cost de compañías infumables aunque bueno mirando a mi alrededor intento consolarme como puedo y es que lo de mal de muchos en el fondo si que ayuda y el karma me toca un pie. Yo lo que quiero es que me toque la Primitiva o el Euromillones y desaparecer.
La parte buena es que tengo una familia que vale muchísimo, unas 80 mejores amigas que están siempre que se las necesita y una salud de hierro después de una vida ajetreada. Con los años uno ha aprendido a apreciar las pequeñas cosas, a disfrutar de los momentos y a dejar de tener sueños imposibles para tenerlos mucho más mundanos y terrenales.
¡¡Hace años soñé con ser gay y al final me he quedado en maricón, paciencia!!