Niños

El 20 de noviembre se celebró el Día Universal del Niño, instaurado por la ONU en 1954 sin data fija, pero que con ocasión de la Declaración Universal de los Derechos del Niño por parte de la Asamblea General ese día en 1959, ha pasado a ser la fecha oficial, si bien en algunos países sigue conmemorándose en otros días, sobre todo el 1 de junio. También un 20 de noviembre, de 1989, se firmó la Convención de los Derechos del Niño.

Tanto la declaración, como la convención, como el día internacional tienen el mismo objetivo, dar una protección especial a los niños y adolescentes, en tanto que personas especialmente vulnerables, al no haber alcanzado el pleno desarrollo de sus capacidades físicas e intelectuales y ser por completo dependientes del amparo, cuidado y tutela de los adultos.

No faltan razones para que la ONU y su agencia específica para la infancia, la UNICEF, nos recuerden con ocasión de ese día y también todos los demás días del año, la necesidad de proteger, cuidar y preservar los derechos de los niños y niñas. En esta época prodigiosa y atribulada que nos ha tocado vivir, en la que la humanidad ha realizado avances científicos y tecnológicos espectaculares y también sociológicos en materia de derechos humanos, democracia y estado de bienestar, pero asimismo se han producido, y siguen produciéndose, abusos, explotación y genocidios masivos, sin precedentes en la historia, los niños y niñas son las mayores y más inocentes de las víctimas.

No hace falta remontarse en el tiempo para encontrar ejemplos. En las últimas semanas hemos conocido noticias de la desarticulación de la enésima red de comercio de material gráfico pederasta, en la que, según la propia policía, se han requisado archivos informáticos con imágenes inusitadamente duras de abusos sexuales a menores de muy corta edad. La televisión nos ha mostrado imágenes de niños heridos, mutilados o muertos en los bombardeos a los hospitales de Alepo en Siria. Los salvajes terroristas islamistas utilizan niños y niñas bomba, a los que engañan y sacrifican en su delirio criminal para que se inmolen provocando la muerte de inocentes, incluidos otros niños.

Los repugnantes fanáticos de Boko Haram en Nigeria han secuestrado centenares de niñas, a las que han utilizado como esclavas sexuales, obligado a casarse con desconocidos mucho mayores y sometido a toda clase de vejaciones, lo que ha conducido a la muerte de muchas de ellas. Muchas guerrillas, sobre todo en África pero también en otros continentes, alistan a la fuerza a menores de ocho a doce años, a los que convierten en niños soldados, sometiéndolos a un lavado cerebral que los hace especialmente salvajes y crueles, destruyéndolos psicológicamente. Y en el caso de las niñas es aun peor, puesto que, además, las utilizan como esclavas sexuales.

También vemos cada día las imágenes de las lastimosas condiciones de vida en los campos de refugiados, nefastas para todos, pero especialmente terribles para los niños, a los que se priva de su derecho a la educación y a crecer en un entorno familiar estable, tan necesario para un buen desarrollo psicológico y afectivo. Y peor aun para todos los que se quedan por el camino.

Pero no solo es una cuestión de pederastas, guerras, terroristas o guerrillas. También en muchos países las condiciones “ordinarias” de vida de mucho niños son infames e indignas. Los niños y niñas explotados en condiciones de semiesclavitud en las factorías de alfombras en Pakistán y otros países, en las fábricas textiles de Bangla Desh, en algunas minas porque por su pequeños tamaño pueden llegar a donde no pueden los adultos, con gravísimo riesgo para su vida y su salud, utilizados como mendigos, teniendo que entregar la totalidad de sus ganancias a sus explotadores y recibiendo apenas nada. Y las niñas obligadas a casarse con diez o doce años con adultos mucho mayores y las sometidas a ablación genital en tantos países africanos y las maltratadas y las explotadas sexualmente.

Y centenares de millones de niños de todo el mundo no tienen acceso a comida suficiente, a agua potable, a asistencia sanitaria ni a una escolarización adecuada. Todo ello provoca la muerte de decenas de millones de ellos cada año. Además de inhumano y vergonzoso, es un absurdo que condiciona nuestro futuro como especie. Tanto talento perdido estúpidamente por causas que estamos en condiciones de solucionar sin mayores problemas.

Y en nuestro mundo occidental tampoco podemos estar muy satisfechos. Tenemos un inaceptable porcentaje de nuestros niños en situación de pobreza, deficiencia nutricional y falta de condiciones decentes y dignas de vida.

Está muy bien, y es necesario, dedicar un día al año a recordar la problemática de la infancia en el mundo, pero la reflexión debe extenderse a todos y cada uno de los días. De como abordemos el tema y con cuanta diligencia y cuentos recursos pongamos para solucionarlo, se podrá establecer la categoría moral de nuestra sociedad. Los antecedentes hasta ahora no invitan al optimismo.

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