No se te ocurra mirar el recibo de la luz con la insana intención de entender en qué consisten todos esos apartados que al final se concentran en la cantidad que te han quitado de la cuenta corriente. Ni lo intentes. Ni tramos, ni básico, ni alquiler… Son conceptos rarísimos y peligrosos si intentas desmenuzarlos con aplicación de algún razonamiento lógico. La lectura interesada te puede producir efectos secundarios de imprevisibles consecuencias. Es que la cosa que te llega por correo lleva apartados como término de potencia, término de energía, recargo por exceso de consumo, impuesto sobre la electricidad, además de IVA, y un añadido por alquileres de equipos. Y nunca sabrás si la factura es real porque no sabes qué parte hay de lectura real o de estimada. Por eso, aunque la organización esa de consumidores te asegure que la subida real de la luz está entre el 12 y el 13 por ciento, no termines de creértelo porque puede ser más. Nunca menos. Vaya palo hasta ahora, y vaya palo a partir de ahora con el permiso del Gobierno para que las eléctricas sigan justificando las subidas por una “deuda histórica” basada en una promesa por aquello de las nucleares. Pero no piden perdón por el exceso de beneficios, por hacer de cientos de miles de consumidores no ya ahorradores de energía sino miserables que tienen que vivir medio a oscuras, pasando mucho frío o mucho calor, haciéndose peritos en lectura de kilovatios porque si se pasan un pelo no podrán pagar el recibo al final de mes. Y no se te ocurra protestar. Ni lo intentes. Es inútil.
