Tras el ERE encubierto que lleva a cabo Maheta Molango en el Mallorca, que comenzó antes del descenso con el despido de Juan Barrios y de Luis Adiosgracias, entre otros, la salida, presuntamente improcedente de Manolo Molina, además de la escabechina reciente cuyas cabezas visibles han sido los utilleros César Mota y José León, con tantos años de mallorquinismo a sus espaldas y bastantes más de otros que continúan peloteando al suizo, la Federació de Penyes emitió un comunicado a través de las redes sociales para mostrar suavemente su desacuerdo con esta última redada. Como de costumbre tarde y mal.
Los penyistes han perdido una oportunidad grandiosa de defender al club, cual es su obligación, y no a sus propietarios, que es lo que llevan haciendo estos últimos años salvo que los máximos accionistas sean paisanos y de la casa. Han sido cómplices de Gabriel Cerdá, cuando se cargó a Jordi Morey, de Utz Claassen, al colocar a José Roig en el consejo de administración para votar con el alemán y ahora de Robert Sarver al dejarse seducir por el CEO cuando todos veíamos cómo el equipo se hundía jornada tras jornada en el lodazal en que chapotea ahora. Reuniones inútiles para terminar bajando la cabeza ante las promesas incumplidas del primer ejecutivo nombrado por la propiedad.
Ni una mala palabra, ni una buena acción. De no haber sumisión otro gallo hubiera cantado, pero era más fácil ir al estadio a insultar a los futbolistas con el apoyo de la directiva, que dejar las gradas vacías para denunciar las nefastas consecuencias de una gestión paupérrima. Los americanos tienen las acciones y parece que el dinero, aunque no mucho, pero no pueden comprar el sentimiento de nadie. A los cesados no se les redime con cuatro letras mal escritas. Si acaso una llamada a no renovar un solo carnet de abonado en tanto en cuanto los responsables no den la cara y aprueben el inmediato relevo de sus ejecutivos tal vez compensaría el desequilibrio de fuerzas. Todo lo demás, pura comedia de consentidos.