El caballo era un ejemplar de 15 años de edad al que el veterinario diagnosticó una enfermedad de difícil tratamiento. Pese a los esfuerzos de su propietario por salvar la vida del animal, finalmente tuvo que optar por su sacrificio con la intención de evitarle sufrimientos y ante la absoluta falta de expectativas de curación.
Días antes de proceder a la eutanasia del caballo, el dueño, al que llamaremos Toni y que ha accedido a compartir su experiencia con mallorcadiario.com, se puso en contacto con el departamento que dirige la consellera Mae de la Concha para informarles sobre su problema: es decir, qué hacer exactamente con los restos del equino.
La respuesta, según sus propias palabras, le dejó "atónito". Como él mismo cuenta, "no me lo podía creer. Me parecía surrealista. La contestación a mi pregunta fue que, al hallarse inoperativo el horno crematorio reservado para la incineración de animales de gran tamaño, la única opción factible era que yo mismo me ocupara de descuartizar al caballo, separara los restos en diferentes piezas, y los llevara a Son Reus para efectuar la cremación, por fragmentos, en el horno donde se incinera a perros, gatos y otras mascotas de dimensiones pequeñas o medias".
Toni no aceptó de buen grado la propuesta: "No podía hacer eso con mi caballo, y no entendía cómo alguien me sugería esa posibilidad. Para mí, no se trataba de un animal de carga, ni de faena, sino de un ser vivo por el que sentía un profundo afecto, y al que había aprendido a querer como a un miembro más de mi familia. Lo último que deseaba era despedazarlo de la misma manera que se haría con una res para convertirla en chuletones o hamburguesas. Ya no hice más preguntas. Con esa respuesta tan fantasmagórica, me resultó suficiente".
Entretanto, los días transcurrían y el caballo se encontraba cada vez en peor estado sin que Toni hubiera podido resolver el problema de qué hacer con sus restos una vez muerto el equino. "Llegó un momento en que, de común acuerdo con el veterinario, decidimos proceder sin mayor dilación al sacrificio - explica- Fue muy doloroso, porque, como le decía, estaba muy encariñado con ese animal, tal vez porque nunca lo utilicé como un ejemplar de granja o para ayudar en las tareas del campo, sino para actividades de ocio y tiempo libre. Nos lo pasábamos bien juntos, y, aunque esto que le cuento ocurrió hace ya más de medio año, le sigo echando mucho de menos".
Una vez aplicada la eutanasia por parte del veterinario, Toni volvió a ponerse en contacto con la Conselleria de Agricultura y formuló una nueva propuesta: enterrar al caballo en unos terrenos a los que tenía acceso y que cumplían rigurosamente los requisitos que la Administración exige para acoger los restos de un animal.
Sin embargo, el departamento del Govern le denegó esa posibilidad: "Esta vez el problema era que debía demostrar que disponía de la titularidad de esos terrenos, o, al menos, asegurar que guardaba algún tipo de relación con el solar, como, por ejemplo, un contrato de alquiler. Dado que no era así, me denegaron la tramitación de la documentación legal relativa al enterramiento del caballo. ¿Y qué alternativa se me ofreció desde la Conselleria? Pues, básicamente, y hablando claro, que me buscara la vida".
Concretamente, la respuesta del funcionario autonómico fue que, dado que Toni no podía aportar ningún terreno donde enterrar al equino, la única solución, como el propio afectado explica a este periódico digital, era que "buscara un solar en el que dejar los restos, sin más prerrogativas. Y, de hecho, cuando, al fin, por mis propios medios, me ocupé de llevar a cabo el traslado del cadáver hasta una determinada localización, que es donde se encuentra enterrado ahora, pude hacerlo sin tener que presentar ningún documento, ni ninguna certificación. Lo hice, y punto, sin que desde la Conselleria de Agricultura se me exigiera la acreditación de que el entierro se había realizado siguiendo todas las normativas sanitarias y legales que este mismo departamento, supuestamente, debe hacer cumplir. No en vano, es esta misma área la que ha promulgado dichas normativas, pero la conclusión que he sacado a raíz de mi experiencia es que no ejerce ningún tipo de control ni supervisión sobre su cumplimiento".
Los datos del Ministerio de Agricultura, actualizados en 2021, refieren que la población equina de Baleares está integrada por unos 16.500 ejemplares. Al cabo del año, si se tienen en cuenta las probabilidades estadísticas sobre los decesos que afectan a caballos, pueden producirse algunos centenares de muertes. Toni sospecha que buena parte de los propietarios de estos ejemplares fallecidos "se ven inmersos en el mismo 'via crucis' al que yo me vi abocado, con las mismas respuestas carentes de sentido, y la misma sensación de que, por así decirlo, te encuentras solo ante el peligro porque la Administración pública no te va a ayudar. Me consta, además, que mi caso no es ni mucho menos el único en Mallorca. Conozco otros, y las circunstancias son similares. En otras palabras, la única opción que se brinda es trocear al caballo. Y, si no, enterrarlo por tu cuenta y riesgo mientras la Conselleria mira hacia otro lado".
De hecho, tras el sacrificio, Toni acudió al departamento correspondiente para cumplimentar los trámites relativos a la baja del animal en el censo equino: "Y no hubo ninguna dificultad. Pude culminar este trámite sin mayores dilaciones, y sin que nadie me pidiera dónde se hallan enterrados los restos y se asegurara de que el lugar escogido es una localización aceptada en el mapa elaborado por el propio Govern".
El mapa al que Toni hace referencia se halla disponible para cualquier usuario que quiera consultarlo en la página web de la Conselleria de Agricultura, Pesca i Alimentació. En este documento cartográfico, se detallan, diferenciados por colores, los emplazamientos que pueden acoger legalmente, y con todas las garantías sanitarias, el depósito de restos animales.
"No todos los lugares son válidos - expone Toni- Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que se debe garantizar la no contaminación de los acuíferos, un problema que, por cierto, los responsables políticos atribuyen generalmente a los agricultores por el uso de pesticidas. Sin embargo, mejor harían en practicar la autocrítica, porque esta situación también podría tener que ver con la falta de control que demuestran en cuanto a la supervisión de los entierros de animales".
Como ya se ha explicado, el motivo alegado por el funcionario que atendió a Toni para justificar que no pudiera llevar a su caballo a Son Reus es que el horno crematorio destinado a este tipo de animales no se hallaba operativo. A raíz de ello, Toni trató de indagar acerca de qué opciones existen para hacer frente a esta dificultad en el caso de que la reparación de la infraestructura se prolongue durante un largo tiempo.
La información que obtuvo no dejó de causarle asombro: "Contacté con una empresa de la Península que ofrece el servicio de un horno movible, habilitado para la cremación de animales de gran tamaño. La tarifa completa, sumando el IVA, es, aproximadamente, de unos 117.000 euros. Para un particular es un precio elevado, pero no creo que lo sea para la Administración. Según me dijeron, el equipamiento que me ofrecieron en arrendamiento tiene capacidad para quemar unos 1.300 kilos al día, que equivaldría, más o menos, a la cremación de dos caballos. Imagínese, por tanto, el provecho que desde la Conselleria se le podría sacar a este horno, a cambio de un presupuesto muy limitado, mientras la infraestructura de Son Reus no se halle disponible. De esta manera, no dejarían a los ciudadanos en la estacada".
La posibilidad de llevar a cabo la incineración de caballos y otros animales voluminosos en Baleares no ha existido siempre. Fue en 2014 cuando se aprobó la declaración del archipiélago como Zona Remota. El decreto de Agricultura permaneció vigente hasta 2021 y, posteriormente, se firmó una prórroga para ampliar esta posibilidad hasta el 31 de diciembre de 2023. Antes de eso, la única alternativa consistía en trasladar el cadáver del equino a la Península.
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