Ya desde pequeñito he ido teniendo algunas cosas claras, a buen seguro mérito de quienes me han visto nacer y me han proporcionado una educación. Una de esas cosas que llevo grabada a fuego es que, bajo ningún concepto quiero dejar de expresar mis sentimientos o tener la sensación de que ha quedado algo por decir a las personas realmente importantes para mi (sobre todo lo positivo, que para lo negativo ya nos tenemos a nosotros mismos como implacables jueces de nuestros desvaríos). Otra, para mí no menos importante, es que muchas más frases deberían empezar con un “por favor” y finalizar con un “gracias”. Palabras poco valoradas y tan importantes. Ya señaló Cicerón que “tal vez la gratitud no sea la virtud más importante, pero sí es la madre de todas las demás”.
Pues bien, resulta que en un día como el de ayer mis padres celebraron su aniversario de boda. Toda una vida juntos dedicada a darlo todo por y para sus hijos, sus nietos y sus amigos y contribuyendo a construir una sociedad mejor en su día a día, cada uno en su ámbito y a su manera, dando una lección de vida de la que espero haber tomado buena nota. Y llegado un día tan señalado, no quiero que me pase. No quiero que llegue un momento en que piense que debería haberles dicho muchísimas más veces cuánto les quiero; no quiero que pueda pasar por mi cabeza que no les di ese abrazo, ese beso o no les escuché cuando compartían algo conmigo; y no quiero dejar de dedicarles unas palabras en este espacio de opinión, porque son ellos, mis padres, seguidores incondicionales de los que no puedo sentirme más orgulloso. Y quiero que lo sepan.
Gracias. Gracias de todo corazón por darnos a mi hermana y a mi y al resto de nuestra familia, tanto por tan poco. Gracias por habernos educado en la generosidad, en la tolerancia, en el amar lo que merece la pena ser amado, en la empatía y en la honradez. Nos habéis enseñado a pedir perdón cuando nos equivocamos y a ser mejores desde la humildad, recordándonos que el secreto es tratar de ser un poquito mejor cada día. ¡Ah! Y lo que es más importante, nos habéis enseñado que podemos elegir nuestra propia vida, en libertad, sin más condiciones que el máximo respeto a la libertad de los demás.
Os quiero, os queremos, con todo nuestro corazón. Y hoy es un buen día para daros las gracias y recordar todo lo que habéis vivido. En lo bueno, en lo malo, en la salud y en la enfermedad, siempre juntos…os lo tomasteis al pie de la letra, como debe ser, dibujando un recorrido maravilloso. Dicen: “aprendí que los principios dan miedo, que los finales son tristes y que lo importante es el camino”, y menudo camino habéis recorrido juntos. Cuántos recuerdos, cuántas vivencias, cuántos errores y cuántos aciertos…¡y cuánto por vivir!
Cuestión irresoluble o cuando menos discutible u opinable es la que tiene que ver con el sentido de la vida. Cuando nos preguntamos qué hacemos aquí, no siempre es fácil encontrar una respuesta satisfactoria. De hecho, no sabemos si existe un única respuesta para tan trascendental pregunta. Por ello, y mientras seguimos buscando, quizás lo mejor sea decidirnos a vivir tratando de hacer las cosas bien y dejando nuestra impronta en quienes han de continuar esta maravillosa aventura. Debemos dejar claro que hemos pasado por aquí, que hemos aportado algo y que nuestro proyecto de vida ha merecido la pena.
Pues bien, queridísimos padres, no os quepa duda que en vuestro caso, lo estáis logrando. Ya habéis dejado huella, ya estáis en cada uno de nosotros y vuestros valores, vuestro trabajo, y vuestra manera de ser ya son parte de nuestra vida. ¡Ah! Y no os quepa duda, todavía quedan muchas historias por escribir, mucho por contar, y será todo un honor poder escribirlas juntos. Mucho vivido, mucho por vivir. ¡Felicidades!