El final de la obligatoriedad de este elemento de protección personal frente a los contagios del coronavirus coincidirá con el final de las vacaciones de Semana Santa. Y no es una casualidad que sea así, ya que en el acuerdo que adoptaron el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, en el seno del Consejo Interterritorial del Sistema de Salud, se valoró la necesidad de que la mascarilla siguiera siendo imperativa en los espacios y zonas de interior durante un periodo caracterizado por la presencia masiva de visitantes, en el que es el inicio oficial de la campaña turística.
Ahora bien, una vez transcurrida la Semana Santa, comenzará esta nueva 'era' en la prevención de la Covid, que vendrá marcada por la posibilidad de que los ciudadanos puedan prescindir de la mascarilla en la mayor parte de los entornos, salvo que consideren, bajo su propio criterio, la conveniencia de seguir utilizándola en determinadas situaciones, prioritariamente en aquellas que conlleven una aglomeración de personas por encima de los niveles recomendables.
De hecho, así lo defienden los expertos, y también las administraciones. Los diferentes mensajes institucionales que se han difundido a lo largo de estos últimos días, comenzando, en Baleares, por la Conselleria de Salut i Consum, y, en el conjunto del país, por el Ministerio de Sanidad, insisten en que, ante la duda, siempre resulta aconsejable no retirarse la mascarilla.
ANTE LA DUDA, SEGUIR UTILIZANDO LA MASCARILLA
¿Y qué dudas pueden surgir al respecto? Pues, por ejemplo, transitar o caminar por una calle repleta de gente en una hora punta de la jornada, donde sea materialmente inviable prever una prudente distancia de seguridad con las personas que encontramos a nuestro paso. Cabe recordar, en este sentido, que, desde el inicio de la crisis sanitaria, los especialistas en salud pública han hablado siempre, y así se ha venido recogiendo en las diferentes directivas y estrategias de las administraciones, de una distancia de, al menos, 1,5 metros o, incluso mejor, de un mínimo de dos metros.
Hay más situaciones que igualmente pueden hacer recomendable mantener el uso de la mascarilla. Una de ellas es la compra en establecimientos comerciales. Cuando el consumidor acude a una tienda y comprueba que el local acoge la presencia de un número considerable de usuarios, el comportamiento más procedente es aguardar turno en el exterior del recinto hasta tener la oportunidad de acceder al interior a medida que las dependencias se vayan vaciando. O, en todo caso, si finalmente se entra en el local, mantener la mascarilla, no solo para asegurar la propia protección frente a la Covid, sino también con el objetivo de preservar la seguridad del resto de personas.
HOSPITALES, RESIDENCIAS Y TRANSPORTE PÚBLICO
En cualquier caso, en circunstancias como las que hemos repasado, la utilización de la mascarilla es simplemente recomendable. En otras, como ya se ha descrito, seguirá siendo obligatoria, dada la presencia de colectivos especialmente vulnerables ante un posible contagio (como ocurre con los hospitales y los centros sociosanitarios) o por las frecuentes aglomeraciones (es el caso del transporte público, como autobuses, autocares y trenes), que, además, coinciden con una movilidad constante de usuarios. Es importante subrayar al respecto que, tal como reiteran los expertos, los aerosoles que propician las infecciones permanecen en el ambiente durante un periodo de tiempo, incluso aunque el supuesto portador del virus ya haya abandonado ese emplazamiento.
¿Y qué ocurrirá en los colegios e institutos? El último informe sobre 'Posicionamiento de la Ponencia de Alertas, Planes de Preparación y Respuesta sobre el uso de mascarillas en espacios interiores' defiende que, como norma generalizada, no se recurra al uso de la mascarilla en el ámbito escolar. No obstante, las nuevas directrices recomiendan a los profesores y docentes que presenten factores de vulnerabilidad que lleven puesto este elemento de protección.
PUESTOS DE TRABAJO
En cuanto a los puestos de trabajo, la estrategia que entra en vigor este 20 de abril otorga a los servicios de prevención de riesgos laborales de cada empresa la responsabilidad de valorar la necesidad de que el personal lleve o no mascarilla. Ello dependerá, por tanto, de las características de cada trabajo.
De hecho, no se hallan en un mismo contexto un profesional que desarrolla su labor en un despacho u oficina, normalmente a solas o bien en compañía de un ‘grupo burbuja’ (personas que coinciden de forma recurrente en un mismo entorno), que alguien cuya tarea diaria le obliga a mantener un notable nivel de movilidad en su agenda laboral caracterizada por la interrelación frecuente con clientes, proveedores u otras figuras enmarcadas en el calendario del día a día.
Ahora bien, de forma genérica, la conclusión es que, inicialmente, el uso de la mascarilla en los puestos de trabajo no será imperativa. Otra cuestión es que una empresa en cuestión, a partir del criterio expuesto por su departamento de prevención de riesgos, determine que el personal de su plantilla debe permanecer con el rostro protegido durante la jornada de trabajo, o, al menos, en el transcurso de una parte de la misma.
RESTAURACIÓN
En relación al sector de la restauración, la entrada en vigor de estas nuevas reglas concederán más libertad a los clientes para decidir si mantienen o no la mascarilla puesta. Hasta el momento, los comensales ubicados en espacios interiores han podido prescindir de la mascarilla únicamente en el momento de efectuar su consumición, pero siempre con la obligación de volvérsela a colocar en cuanto fuera posible. Otra cuestión es que el seguimiento efectivo de esta norma, como se puede comprobar diariamente en bares, cafeterías y restaurantes, resulta más bien discreto. Desde este punto de vista, en la práctica, la dinámica en este tipo de establecimientos no cambiará en exceso.
Sea como sea, la recomendación de los responsables sanitarios, en el caso de estos negocios o también de los locales de ocio, como pubs y discotecas, vuelve a pasar por la aplicación razonable no solo de las disposiciones sobre la mascarilla, sino también del resto de medidas destinadas a prevenir las infecciones.
CINES Y TEATROS
Por otra parte, en los recintos culturales, como cines, teatros, salas de conciertos y museos, entre otros equipamientos, la normativa pone fin a la obligación de permanecer con la mascarilla puesta durante toda la velada. Este requisito solo podía alterarse, como ocurre en los establecimientos de restauración, si el usuario necesitaba quitarse la mascarilla para beber o comer (por ejemplo, una bolsa de palomitas, un artículo íntimamente asociado a las proyecciones cinematográficas). Durante el resto de la sesión, la mascarilla debía cubrir la boca y la nariz de su portador, independientemente de que la sala de proyección o el auditorio teatral registrase una menor o mayor afluencia de público.
Ahora, esto ya no será necesario: resultará posible disfrutar de la película o del montaje escénico sin la obligación de permanecer con protección facial. Otra cuestión, una vez más, es que, por criterios de prudencia, el espectador prefiera hacer caso omiso a esta posibilidad.
CASI DOS AÑOS DE MASCARILLA OBLIGATORIA
La mascarilla de protección frente a la Covid 19 ha formado parte de la vida cotidiana de los ciudadanos durante, prácticamente, los dos últimos años. Fue el 21 de mayo de 2020 cuando entró en vigor la Orden por la que el Ministerio de Sanidad, entonces liderado por Salvador Illa, impuso su uso en el caso de los mayores de seis años.
La disposición afectaba a la vía pública, los espacios al aire libre y los recintos interiores o cerrados que acogían la presencia de personas. A partir del 20 de abril, la obligatoriedad pasará a la historia, aunque no necesariamente para siempre. Todo dependerá de la evolución del virus, tal como confirmó la ministra, Carolina Darias, tras la última reunión del Consejo Interterritorial del Sistema de Salud.
INCIERTA EVOLUCIÓN
Ciertamente, un eventual repunte de casos, especialmente tras el verano, es una posibilidad que los expertos dan prácticamente por segura. La evolución de la pandemia marca una tendencia relativamente favorable en el continente europeo, pero en otras zonas del mundo las curvas de contagios son espeluznantes, hasta el punto de que ciudades enteras, como la macrourbe Shangháy, capital financiera de China, se hallan actualmente confinadas.
Esta continuidad en la proliferación de los contagios, aunque sea a miles de kilómetros de distancia, impide cantar victoria en otras regiones del planeta donde, ahora mismo, los efectos y consecuencias de la guerra en Ucrania han pasado a preocupar más a los ciudadanos que el propio coronavirus.
VOCES DISCREPANTES
Es precisamente por ello, es decir, por los inciertos pronósticos que todavía existen en relación a la Covid, que se han alzado voces contrarias a la medida de liberalización del uso de la mascarillas. Así, en una entrevista concedida a mallorcadiario.com, el presidente del Colegio de Médicos de Baleares, el doctor José Manuel Valverde, recordó que “desde que empezó la pandemia, las mascarillas han sido fundamentales para reducir el número de contagios y muertes cuando no había vacunas".
A su juicio, la crisis sanitaria “todavía no ha acabado, y no se puede hacer como si no existiera, escondiendo la cabeza como las aves”. Por esta razón, la opinión de este médico de familia, que ejerce su tarea asistencial desde hace muchos años en el municipio de Marratxí, es que el uso de la mascarilla “sigue siendo útil en lugares con poco ventilación o cerrados”. Y aporta un ejemplo personal: “A mí no se me ocurriría ir al teatro o al cine sin mascarilla"
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