Moratorias y otras historias

Cataluña ha empezado y poco tardarán otras autonomías a sumarse al carro de la petición de moratoria en la aplicación de los nuevos currículos. Y ya vemos que da igual el color político. Los catalanes son amigos de los que gobiernan España. Pero ellos, a lo suyo. Sin tener una bola de cristal y después de escuchar algunas declaraciones del vice consejero de la comunidad de Madrid, me aventuro a vaticinar que la administración Ayuso será la siguiente en levantar el hacha de guerra. Pero esto no es lo importante.

Lo realmente importante es que quienes van a sufrir el despipote pedagógico y organizativo serán los alumnos. Sí, los que tienen que ser el epicentro de la ley de educación. Y a esto, le tenemos que sumar otra vez más que los docentes somos los eternos olvidados por la administración y por los partidos políticos, pero sobre los que recae todo el peso de la responsabilidad.

La nueva ley educativa se aprobó hace un año y el despliegue curricular llega ahora, en la recta final del curso académico, con un cambio radical de la arquitectura curricular y con muchas incógnitas no resueltas. Con los profesores sin la debida formación para aplicar en sus aulas situaciones de aprendizaje con el fin de convertir el proceso educativo en algo más competencial.

A pesar de todo, la ley nos abre ventanas a nuevos retos. Ahora empieza un periodo de debate profundo en los centros escolares para decidir el sueño pedagógico que tenemos muchos docentes, pero que en algunos casos no se podrá llevar a cabo cuando toquemos con los pies en el suelo y veamos nuestras limitaciones organizativas: falta de recursos humanos, falta de espacios, etcétera.

Al final, más de lo mismo, una nueva ley, la octava ya en la historia de la democracia y que no tiene visos de arreglar el verdadero problema de las aulas de muchos centros educativos de nuestro país. Y si así va a empezar el ciclo de vida de la nueva ley educativa, no me quiero imaginar cómo va a terminar. Mientras tanto, seremos nosotros, los docentes que, con voluntad y no perdiendo de vista, no sólo nuestra responsabilidad profesional, sino también social, avanzaremos para que los alumnos españoles puedan acabar su periplo educativo en las mejores condiciones posibles.

Porque, como ya he apuntado en otras ocasiones, el capital humano es, a día de hoy, con lo único que podemos competir desde dentro con el resto del mundo.

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