Si no puedes ganar, al menos no pierdas, aunque lo cierto es que el Mallorca, que quizás se hizo acreedor al punto conquistado, también pudo regresar con los tres puntos o ninguno. El Cádiz, voluntarioso pero primitivo, jugó para Ortuño y se quedó atrás a la espera de una oportunidad que aprovechó por el desasosiego de Company que, como sucedió, fue expulsado sobre la bocina porque el colegiado estuvo contemplativo hasta que no pudo remediarlo. El lateral mallorquín había cometido un penalti que, a la postre, supondría el único gol local y, en realidad, su único remate a portería. Ya lo dice el refrán: no hay peor cuña que la del mismo palo.
Fernando Vázquez planteó una alineación más lógica, aunque tuvo la suerte de su parte al anotar Oscar Díaz el gol de un empate justo, merecido si se prefiere. La fortuna, repito, le sonrió puesto que salir sin un delantero centro, y el autor del gol no lo es, seguramente privó a su equipo de un triunfo seguro, pues el centro del campo siempre fue bermellón, las llegadas al área gaditana fueron constantes tanto por la banda de Lago Junior, como por parte de Culio o Brandon, pero faltó el hombre resolutivo en el área para definir la superioridad visitante. Pero en el fútbol de hoy el resultado condiciona la valoración y muchos se conformarán con esas tablas que, particularmente, me saben a poco.
No parece que el gallego tenga las ideas muy claras, dados sus constantes vaivenes, pero sólo llevamos dos partidos y aunque uno de seis puntos posibles jugando contra dos novatos en la categoría tampoco es un bagaje para tirar cohetes, esta vez nos vamos a dormir conscientes de que durante la mayor parte del encuentro, el Mallorca ha sido mejor que su anfitrión. Algo es algo y menos da una piedra.
