Me hago mayor ¿y Tú?

Siempre me ha encantado cumplir años y cada mañana, al despertar, le agradezco a Dios que amanezca un día más.

Y aunque parece mentira, llega un momento que empiezas a escuchar todas las personas que un día no se han despertado, que están enfermos y que no han podido disfrutar de un nuevo día.

No recuerdo cuando fue que me di cuenta qué me había hecho mayor, sinceramente cuando me miro al espejo, hace tiempo que no reconozco a la persona que se asoma en él.

Mi mente sigue pensando que tengo 30 años y sigo construyendo nuevos proyectos, nuevas ideas con las que trabajar, incorporando las últimas tecnologías como la inteligencia artificial y todo aquello que nos facilita el trabajo.

No obstante, cuando observo a las nuevas generaciones que incorporo a mis equipos de trabajo con 24 o 25 años, soy consciente de que mi energía ha cambiado.

En sus rostros veo la frescura y la inocencia que ya he perdido, la falta de miedos y la ilusión con la que enfrentan los nuevos retos.

Me encanta trabajar con gente joven involucrada, con magia en sus venas y en sus capacidades.

Así era yo no hace tanto tiempo, creyendo en el mundo y en los seres que habitaban en él, pero curiosamente, con el paso de los días, los conflictos, los sinsabores de la vida, las frustraciones y las derrotas, siento que mi energía no es la misma y que la experiencia de vida me hace ser más previsora ante los cambios y ver el mundo con otros ojos.

Mi alma quiere seguir proyectando, pues estoy segura de que la edad no es un impedimento para avanzar en la vida, pero si lo son las experiencias negativas de la vida.

Y por eso cuando veo a la gente joven con su frescura, sus ganas y su energía, aunque se equivoquen en muchas cosas, me siento feliz de poder ayudarles a aprender, porque soy yo misma la que me convierto en una mejor versión de mí misma a su lado.

Recuerdo cuando pensaba que jamás me cansaría de trabajar, cuando no entendía que las personas no tuvieran ilusión en su trabajo o que no pusieran de su parte para poder ir hacia delante.

Se ve que de tanto escuchar a mi alrededor, lo mal que va el mundo, lo difícil que está todo y las mentiras de dirigentes y tocayos, se me ha pegado un poco de negatividad que antaño no identificaba en mí.

¡Qué pena me da, todo se termina!, pienso muchas veces como cantaba Ismael Serrano, ¡todo se acaba!

Por esta razón decido hoy vomitar las ideas y mantenerme firma para aportar mi granito de arena a este mundo nuevo que estamos construyendo entre todos.

Es cierto que vivimos tiempos difíciles, pero la esperanza nunca la debemos perder.

Miremos al frente y no olvidemos que siempre se puede volver a empezar, que siempre podemos comenzar a vivir de nuevo con la pureza del alma, con los ojos de un niño y la energía de un ruiseñor en la ventana dominical de la primavera.

¡Quedémonos prendados de la energía de la vida que comienza, de la magia de la juventud y la ternura del primer amor!

La experiencia de vida debe servirnos para ser más sabios desde la alegría y el positivismo, para que los que ahora comienzan lo hagan mejor de lo que lo hicimos nosotros.

Comencemos desde el corazón para ayudar a los que ahora comienzan su vida y crearán las bases de este nuevo mundo.

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