Masacre de ancianos (II)

Resulta que la longevidad es también toda una industria de miles de millones de dólares. Norberto Bobbio, el gran pensador italiano, que murió a los 94 años en plena lucidez creativa, y escribió también su propio De senectute, hablaba “de la inserción de los ancianos en el mercado, porque son una clientela, y son cortejados como portadores de nuevas demandas de mercancías”. Es en este contexto que la vejez se ha convertido en una categoría cultural, rodeada, al mismo tiempo, de imágenes negativas asociadas con disminución física y la falta de un rol social.

Todavía a inicios del siglo pasado, el que llegaba a los 40 años se dejaba crecer la barba, se buscaba un bastón, y olvidaba impulsos y ardores juveniles. Ya no se diga una mujer que a los treinta no se hubiera casado; era declarada oficialmente solterona y tenía que resignarse a que su vida sería la de vestir santos.

Desde un punto de vista utilitarista, entendido como la tendencia a colocar la utilidad de algo por encima de cualquier otra consideración, es de lo más comprensible que el primer criterio de segregación sea el de la edad. Los ancianos han tenido más tiempo, los jóvenes no. Los ancianos son menos productivos, los jóvenes aún tienen personas a las que cuidar y años que cotizar.

El problema, como refleja la psicóloga Jennifer Delgado en su web, “es la relativización de la importancia de las vidas”. O sea, que unas vidas cuentan más que otras, en lugar de pensar que toda vida cuenta, lo que nos lleva a la discriminación de los viejos que se produce en las sociedades modernas deshumanizadas.

La tendencia, en general, en la sociedad contemporánea es revisar los estereotipos asociados con el envejecimiento. A pesar de la discriminación que están sufriendo aun los ancianos, estamos en plena transformación de la forma de mirar que tiene hoy la sociedad sobre las personas de edad avanzada y, muy especialmente, también se modifica el modo en que las personas mayores se ven a sí mismos. La población mayor de nuestros días, sigue buscando su desarrollo personal y el aprendizaje de nuevos conocimientos. Tenemos hoy la perspectiva de los ancianos como sujetos activos, creativos y dispuestos a una sociabilidad ampliada.

Es en este contexto que surge el término Tercera Edad para mostrar una nueva realidad del envejecimiento, ahora también vinculada a un momento de esparcimiento y realización personal. Ese nombre apareció en Francia a finales de la década de los 60 del siglo XX, en contraposición al término vejez, asociado con la pobreza, enfermedad y decadencia. Este cambio semántico deshizo la antigua concepción peyorativa y la imposibilidad de nuevos proyectos al final de la vida. Tercera Edad es una clasificación que todo el mundo acepta y se siente incluido porque se aleja de la idea de soledad y decadencia.

"Esta lucha es de todos. Y no es una lucha por la supervivencia individual, sino por la supervivencia colectiva. Por la supervivencia de los grupos más vulnerables. Y por la supervivencia de lo que queda de humanos en cada uno de nosotros", dice Delgado. Esta es una afirmación, una idea marco, que habrá que tener muy presente en nuestra sociedad ahora y durante las próximas semanas que puedan quedarnos de confinamiento y que consecuentemente se plasme en la necesaria implantación de políticas públicas, que deberían ser una prioridad del gobierno.

Políticas públicas que sirvan para consolidar los derechos que garanticen los recursos justos y necesarios para una protección social efectiva para ese segmento de la población que durante siglos, y aún ahora, ha sido menospreciado, olvidado y abandonado a su suerte sin que las quejas de un colectivo de personas de más de 65 años que solo en España representan por primera vez el 19,4% de la población total en el año 2019 que roza cifras record de 46.934.632 personas, según se desprende de los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, hayan tenido su fiel reflejo en la legislación aplicable.

Por como va la sintomatología, en la inmensa mayoría de casos, el coronavirus aparece como una gripe de intensidad moderada, pero el cuadro clínico es mucho más severo, más peligroso y más mortal en los adultos mayores, que suelen desarrollar neumonías gravísimas, por lo general letales.

En un comunicado, la comisaria de Derechos Humanos del consejo europeo, Dunja Mijatovic, dijo estar "sorprendida" de la proliferación de etiquetas "crueles e inhumanas" con las personas mayores, que en algunos casos se han convertido en tendencia en las redes sociales.

Entre los mensajes citados a modo de ejemplo por la funcionaria destacan frases como: "No notamos la diferencia, las personas mayores mueren todos los días... Uno más, uno menos"; "Dejen entrar el virus en las residencias de mayores. Así no habrá reforma de las pensiones. Esto sólo mata a los viejos".

Para la comisaria, estos comentarios son "intolerables" y los estados europeos deben "contrarrestar este discurso y crear conciencia sobre el peligro que representa esta actitud". También señaló que la situación actual pone de manifiesto "fallos" de las residencias de ancianos, que al margen de la amenaza del coronavirus "a menudo generan numerosas violaciones de derechos humanos, incluidos el abuso y el maltrato".

Por último, la comisaria afirmó que el distanciamiento social que impone el "vital y necesario" confinamiento "agrava el aislamiento social de las personas mayores" y su estado de salud mental. Por ello, "necesitan más apoyo que nunca en esta situación de crisis".

La ONU califica de "inaceptable" el trato dado a algunos ancianos con coronavirus en las residencias geriátricas, mayoritariamente en las residencias de titularidad o de gestión privada.

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