Más pesadilla que sueño

Menos de treinta segundos de un cronómetro es lo que separa una bronca monumental a gritos de sinvergüenzas y mercenarios dedicados a los jugadores del Mallorca, de una salida del estadio a golpe de “si se puede” y grandes aplausos. He visto cambiar muchas crónicas y titulares de prensa por un gol en los estertores de un partido. Hasta el Madrid ganó una Copa de Europa en uno de ellos. Sin embargo y curiosamente, el Mallorca jugó mejor e hizo más méritos para ganarle al Córdoba, salvado por su portero, el día del abucheo, que para derrotar al Elche el pasado sábado sin merecerlo. Debo contradecir a Koskov: “fútbol no es fútbol”. Al menos éste, lo siento.

Otro contrasentido es el uso de la expresión “soñar con la permanencia”. Justo acabo de ver unas imágenes de hace trece años, cuando con dos goles de Etoo y uno de Campano, el Real Madrid caía ante aquel equipo de Luis Aragonés. Aquello era soñar, lo de ahora es o debe ser una exigencia. Hay que tener mucha cara y muy poca memoria para calificar poco menos que de heroicidad lo que no es más que una obligación. De ahí que sea cual sea la clasificación final, tanto en Segunda como en Segunda B, el mallorquinismo toreado, humillado y engañado no puede pasar página ante la que viene siendo la peor gestión registrada en años. Lo de los accionistas americanos y sus empleados es directamente un insulto al sentimiento si es que son los verdaderos dueños y peor aún sin en realidad lo fueran. Su dejación de funciones como tales resulta alarmante.

Este club tampoco es el Mallorca que se lleva muy adentro, como se cantaba en tiempos de Cúper. Es otra cosa que nada tiene que ver con la historia de los Contesti, Rosselló, Lafuente, Oviedo, Forneris, Serra Ferrer, y otros muchos personajes anónimos que no tienen nada que ver con aquellos que han desfilado por el Lluis Sitjar primero y Son Moix después, pasando el cepillo.