Como si se tratase de una de esas mafias de pedigüeños del Este de Europa que invadían el centro de Palma antes del estallido de la pandemia, miembros del gobierno español se pasean por el continente tratando de encontrar a quien les financie la fiesta populista. Ya hemos visto que las -supuestamente- excelentes relaciones del ejecutivo con Alemania y Francia nos sirven más bien para poco, porque el club europeo está conformado por otros veintiséis estados, no por dos, por grandes e importantes que estos sean.
Sánchez confiaba -o, al menos, eso es lo que transmitía el gobierno- que su ministra Calviño presidiera el Eurogrupo y facilitar así el acceso a fondos con los que hacer frente a la situación que se nos avecina. Pero su candidata perdió la elección, porque muchos países europeos no se fían de nuestro gobierno "de la gente", especialmente tras su calamitosa gestión de la pandemia. Y, dicho sea de paso, hacen bien.
Tras este fracaso, el presidente inició una gira para convencer a los reticentes de que nos dejen mucho dinero y, si eso, ya se lo devolveremos. Tampoco coló. A los holandeses no les impresiona ni la estatura, ni la voz melosa, ni la excelsa belleza varonil de nuestro presidente. A otro perro con ese hueso. Mientras el ejecutivo apoye absurdas políticas bolivarianas, dispare el gasto en chorradas pancarteras, mantenga una estructura mastodóntica de burócratas -en un Estado que está totalmente descentralizado- y, sobre todo, se vea lastrado por una gigantesca nómina de enchufados y compañeras de lecho del vicepresidente, Europa no nos prestará ni un céntimo.
Y el plan B es el de siempre, meternos mano en el bolsillo a usted y a mí. La subida de impuestos indirectos está cantada y no descarten una tasa COVID en la próxima declaración del IRPF. Tampoco se suprimirá el confiscatorio Impuesto de Sucesiones, un robo legal en toda regla. Hasta podría incrementar sus tipos.
Pero, por si eso no fuera suficiente, Sánchez y su desastrosa ministra de Hacienda, la médico María Jesús Montero (qué demonios hace un médico dirigiendo las finanzas de un país de 47 millones de habitantes), se aprestan a desplumar a los municipios, porque todo el mundo sabe que la falsa indigencia y el atraco son primos hermanos. Es fácil pasar del "dame algo" al "vacía tus bolsillos".
Montero quiere obligar a los ayuntamientos a "prestar" sus ahorros al Estado para seguir financiando los caprichos de Iglesias y que su jefe pueda así mantener la silla. El problema es que esos ahorros son la garantía de que se limpien las calles, de que se contraten policías, de que se arreglen las aceras y de que se pueda dar respuesta a todas esas necesidades más inmediatas que satisfacen -o tendrían que satisfacer- los municipios.
La credibilidad del gobierno en el cumplimiento de sus obligaciones económicas hacia administraciones que no sean la vasca o la catalana, que tienen pillado a Sánchez por salva sea la parte, es cero. Si el fruto del esfuerzo para la contención económica de nuestros ayuntamientos acaba en manos de Montero, mejor que se olviden de ese dinero, porque jamás regresará, especialmente si hablamos de Balears, aunque eso duela mucho a Armengol y Cladera y, tal vez, acabe costándoles sus poltronas.