La dinámica de destapar casos de corrupción ha conducido a que el último periodo de gobierno del Partido Popular (PP) quede absolutamente bajo la sombra de la corrupción, en ciertos casos desarrollada de forma casi industrial. Decenas de personas militantes o allegadas al PP fueron imputadas e, incluso, algunas ya están entre rejas. El impacto para este partido es merecidamente insuperable. Después, de forma un tanto inesperada, estallaron en cadena los asuntos de Unión Mallorquina que, indirectamente, afectaban también al Govern socialista porque UM era su socio, gente que, en todo caso, estaba a las órdenes del presidente Antich. Pese a ello, el balance dejaba más o menos ileso al PSOE. Pero ahora, en el peor momento, cuando las elecciones están a la vista, cuando ya prácticamente estamos ante las urnas, estalla un asunto, el caso Mar Blau, en el que ni más ni menos que un ex-candidato socialista a la Presidencia del Govern, un hombre con una larga trayectoria en el PSOE, nombrado directamente por Antich para estar al frente de la Autoridad Portuaria, aparece como imputado, sin casi ningún posible subterfugio. Natualmente, Francesc Triay es merecedor de la presunción de inocencia, como todos los demás imputados sobre los que no hay sentencia, pero en cualquier caso pone al PSOE al mismo nivel, al menos cualitativamente, que los demás. ¿Cómo se desencadenarán los hechos a partir de ahora, cómo afectarán estos escándalos a los partidos, qué reacciones tendrán los líderes y cómo quedará registrada en la memoria de los ciudadanos (votantes, a estos efectos); qué imagen perdurará a raíz de todo esto? Estas preguntas pueden indicarnos quién ganará las elecciones de mayo de 2011, lo único que realmente importa hoy a nuestros dirigentes, sean del partido que sean.
