Al presidente del IMAS, Javier de Juan, y a las entidades del tercer sector que ayer dieron su apoyo y cerraron filas entorno a su gestión al frente de los servicios sociales del Consell de Mallorca en su comparecencia sobre el escándalo de los abusos sexuales a 16 menores tuteladas, les debe parecer que los culpables de todo somos los periodistas. Desde luego, es lo que cabe concluir de sus discursos en el pleno extraordinario del Consell celebrado el viernes.
Los periodistas somos la peste bubónica, lo sabe todo el mundo. ¿Quién podría cuestionarlo? Adolecemos de impetuosos, sensacionalistas, no contrastamos las informaciones que nos llegan y además, llegamos a conclusiones que no son las que los políticos ni los profesionales del tercer sector consideran adecuadas. Todo ello es razón suficiente para que el viernes pasado nos pusieran a caer de un burro. Con toda razón, añado yo, aunque difiero de sus motivaciones.
Pero es contradictorio que se diga que desde el 24 de diciembre pasado y hasta ayer mismo, 31 de enero, los medios han incurrido en una generalización intolerable, criminalizando a los y las menores tuteladas por el Consell, extendiendo poco menos que todas ellas son putas (así lo dejaron caer, casi literalmente); y a la vez se critique la labor de los periodistas, acusándolos de vulnerar los derechos de los menores, en una generalización no menos intolerable. Si tuvieran el mínimo rigor y el mínimo valor, deben denunciar con nombre y apellidos a quienes, a su juicio, lo hayan hecho mal, pero no extender la sospecha a todos los profesionales del periodismo. A no ser que lo que se persiga sea silenciarlos, como cabe sospechar.
De modo que los informadores y los medios de comunicación son el problema. ¿Verdad? De no haber publicado lo que averiguaban sobre el escándalo, no habría escándalo. Habría menores tuteladas en las garras de pederastas pagando por servicios sexuales. Pero no habrían tenido que comparecer ni la consellera d'Afers Socials del Govern, Fina Santiago, ni el propio Javier de Juan. Y es que resulta un incordio tener que dar explicaciones y responder a las preguntas de la prensa y de la oposición. Somos casi peores que los pederastas que han abusado de las menores que estaban a su cargo. Qué asco de periodismo.