La asamblea general extraordinaria de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), convocada de urgencia por su presidente, Luis Rubiales, se convirtió este viernes en un excepcional ejemplo de que la mejor defensa es siempre un buen ataque. Habiendo filtrado con la peor de las intenciones que su intención era la de dimitir, anzuelo en el que picaron la práctica totalidad de medios de comunicación, aunque no fue el caso de mallorcadiario.com, el máximo mandatario del fútbol español se presentó ante quienes en su día lo eligieron para el cargo que ocupa para presentarse como víctima de una “cacería” y de un “asesinato social”, del que poco menos que culpó a Javier Tebas, presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional (LFP).
Proclamó su inocencia en el asunto del beso a la jugadora de la selección femenina, Jennifer Hermoso: “El beso, que fue más un pico, fue espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”, afirmó, poniendo nuevamente el foco y la presión sobre la futbolista. Y cargó contra quienes piden su dimisión, atribuyéndolo al “falso feminismo”, que calificó de “una gran lacra”. Como muestra de su beligerancia, anunció acciones legales contra la vicepresidenta 2ª del Gobierno, Yolanda Díaz; la ministra de Igualdad, Irene Montero; la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra; y el exportavoz parlamentario de Unidas Podemos, Pablo Echenique.
El comportamiento de Rubiales ante la asamblea general de la RFEF sorprendió a propios y extraños, más aún cuando se había filtrado que dimitiría del cargo de presidente, cuando hizo todo lo contrario. Se atrincheró con un discurso plenamente político, que no resuelve las denuncias interpuestas contra él en el Consejo Superior de Deportes (CSD), así como el expediente abierto por la FIFA contra él.
Y previsiblemente, sus problemas legales se van a multiplicar. El CSD elevará su caso al Tribunal Administrativo del Deporte, a instancias del Gobierno de España, que busca su inhabilitación. Y, además, la Fiscalía de Madrid ha remitido las denuncias recibidas en su contra a la Fiscalía de la Audiencia Nacional.
Pero al margen de todo ello, Rubiales no parece entender la gravedad de la situación y lo inadecuado de su comportamiento, de sus explicaciones y, ahora, además, de su ataque inexplicable a quienes le critican, a quienes al inicio de la crisis ya calificó de “gilipollas”. Y tampoco lo han calibrado adecuadamente los miembros de la asamblea general de la RFEF, que ovacionaron a su presidente, en un espectáculo lamentable y bochornoso que sitúa a los dirigentes del fútbol español al nivel del betún.