Los visitantes

Así, a vuela pluma, podríamos decir que hay hoy hasta tres clases de visitantes distintos. Por una parte, estarían los turistas y los viajeros, siempre bienvenidos; por otra, los extraterrestres —o visitantes del espacio exterior—, todavía poco conocidos; y, finalmente, los lectores contabilizados de los diarios digitales, que como saben son aquellos que hacen clic sobre una noticia o sobre un artículo de opinión. En principio, dichos lectores no suelen ser nunca ni turistas ni extraterrestres. Aunque nunca se sabe.

Gracias a las nuevas tecnologías, en todos los diarios digitales es posible saber literalmente al segundo cuántos lectores va teniendo cada información y por supuesto también cada columna, como por ejemplo esta que está usted leyendo ahora mismo. En general, los artículos de política —nacional, local o autonómica— suelen tener muchos más visitantes que los que hablan únicamente de vivencias personales o de sentimientos, en especial si los titulares son agresivos, incendiarios, explosivos, y demás términos más o menos bélicos. Lee uno a veces una noticia de esas características y lo extraño es que no acabe justo después con los dedos un poco chamuscados.

Como lector, y también como columnista, los artículos que más me gustan son los que hablan sobre todo de recuerdos, de afectos o de nuestras vidas cotidianas, aunque me temo que rara vez suelen encontrarse entre los más clicados. Yo mismo sería un buen ejemplo, ay, de que eso es habitualmente así. En mi caso, el contador de lectores parece muchos días no avanzar apenas, nada que ver con el contador del gas o el de la luz eléctrica.

Teniendo en cuenta esa no muy aleccionadora circunstancia, mis amigos me animan para que de vez en cuando hable un poco de política, criticando por ejemplo al Govern o al Gobierno. Sé que lo hacen para intentar ayudarme, pero creo que últimamente hay ya un auténtico «overbooking» de artículos concretos de ese tipo. Así que de momento seguramente seguiré hablando de las hojas ocres del otoño, de los amores y los desamores románticos o de los gorriones, los mirlos y los vencejos.

A un nivel ya más general, tengo la esperanza de que cuando la dura y continua confrontación política empiece a serenarse un poco, la situación se vaya normalizando poco a poco también a nivel de posibles lecturas. Si eso finalmente ocurre, algo que a medio plazo no parece aún del todo factible, es posible que muchas personas pasen entonces a tener deseos de leer esencialmente artículos que les puedan dejar un buen sabor de boca y que les hagan decir algo así como «¡ummmmm!, me ha gustado».

Ese buen sabor sería el que siempre me gustaría dejar entre mis queridos lectores habituales sabatinos, a la espera de poder conseguir quizás en breve más posibles visitantes, sin descartar del todo que algún día pueda haber también entre ellos turistas y extraterrestres políglotas, aventureros y con una cierta tendencia a la melancolía.

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