Los más aguerridos hijos del viento y del sol tiemblan con la que se les viene encima. Una ola de calor mallorquín se dirige al desierto africano. Entre el pueblo tuareg cunde el pánico. “Esto no lo aguanta ni el mejor de los meharis (en referencia a sus camellos), en generaciones habíamos visto algo así”, ha señalado Sawif Ben Massur, líder de la comunidad.
