No se puede negar que esta ha sido una semana llena de temas noticiables tanto a nivel insular como estatal: el juicio al asesino de Píoz, las manifestaciones de Alsasua, la lectura del título preliminar a cargo de la Princesa de Asturias, la negativa de JxCat a los PGE, los mocos de Dani Mateo, el fallecimiento del gran Pere Serra… y sin embargo, hoy voy a dedicar estas humildes líneas a un tema más peregrino pero no menos importante: los torrentes de Mallorca siguen sucios.
Cada año, o cada legislatura si se quiere, observamos cómo la oposición echa en cara al equipo de gobierno que no se destinen recursos a eliminar la maleza de los Jas de estas conducciones de agua, y que no se lleven a cabo políticas efectivas para evitar el depósito de resíduos en ellas. Pero cuando esta oposición está en la silla del Consolat de Mar, tampoco hace mucho al respecto. Y así sucesivamente va pasando el tiempo. El resultado son unos torrentes llenos de vegetación.
Podría parecer que el desastre del pasado 9 de octubre tendría que haber servido para dar un toque de atención -si bien está claro que hubo muchas circunstancias que provocaron la inundación de las calles- sin embargo, a día de hoy, basta con darse un paseo siguiendo la cama de los torrentes mallorquines para observar que siguen como siempre: con una gran suciedad que impide el uso efectivo de su caudal.
Se hizo un esfuerzo exprés en la zona de Sant Llorenç, cosa que se puede entender, pero lo que no alcanza comprensión es que el resto de torrentes sigan estando como siempre: lanzados a la mano de Dios y siendo un potencial riesgo de desgracias a lamentar.