Los que pierden
lunes 01 de junio de 2015, 07:42h
Los que pierden no tienen la culpa, pero cargan con el castigo.
Esta semana ha saltado a los medios un caso de suicidio especialmente trágico. Una adolescente optó por quitarse la vida al ser atacada y vejada por compañeros del instituto. Por lo que parece, se siguieron los protocolos por parte de los padres, esto es presentar denuncia. Pero el individuo y sus secuaces seguían asistiendo al instituto y campando a sus anchas.
No voy a entrar a fondo en este caso concreto. Detrás de éste y todos los casos dramáticos de esta índole hay una víctima. Es un perdedor que siempre paga por la inacción y cobardía de los que le rodean. Compañeros, profesores, padres de otros alumnos a veces por no meterse en posibles problemas, o peor aún con su colaboración, hacen que la víctima sea la que ha de dejar ese colegio, o incluso puede que su lugar de residencia.
De este modo, con su silencio cómplice o sus absurdas sonrisas y encogiéndose de hombros ante las “cosas de niños” empujan a la víctima a padecer un drama que le marcará la vida para siempre. Si sale adelante, empezando de cero, será perdedor pero con vida. A pesar de ellos, crecerá. Lamentablemente, en ocasiones, no se llega a tiempo ni de salvarle la vida.
Esta situación, este drama del acoso escolar, es muy habitual. Sucede constantemente ante nuestras narices. Es una lacra a la que no se le da la importancia que tiene. Es cierto que ya se trabaja, incluso muy bien, para atacar de fondo el problema. Pero aún no es suficiente. El lugar de la víctima no puede ser la salida por la puerta de atrás. No merece el silencio cómplice.
Algo parecido pasó con el caso de la militar Zaida Cantero. Víctima de abusos por parte de sus superiores la solución a esta injusticia fue darle la baja del ejército y pagarle una pensión. Intolerable. Esta señora tenía una profesión. Llegó a ella tras prepararse y ganarse su lugar con trabajo. Era una profesional que vió como sesgaban su futuro laboral para tapar los abusos de sus superiores. Otra perdedora más. Mientras los culpables permanecen en sus puestos de trabajo.
En el ámbito laboral es habitual ser perdedor. Todos tenemos compañeros envueltos en discursos de solidaridad mientras te dan la puñalada en la espalda. Ahora viviremos este momento, se han de repartir sillas.
Estas situaciones, especialmente trágicas y urgentes si de niños hablamos, merecen ser revisadas. Sin miedo, con valentía y colocando a cada uno en su sitio. Los cambios deben ser posibles en todos los ámbitos.
Las víctimas de abusos, de injusticias demasiado a menudo han de callar, y optar por irse para poder rehacer su vida, su trabajo o sus estudios. Mientras permanecen los abusadores impunes. Y a esto no hay derecho.