Los paseos

Pasear siempre es bueno, sobre todo para nuestro corazón. Dicen que el secreto para obtener los mayores réditos de cualquier paseo está en andar a buen ritmo, para que de ese modo todo nuestro cuerpo resulte beneficiado de esa caminata y no sólo nuestra mente o nuestro espíritu. Así lo intento hacer yo también diariamente.

Cuando salgo a pasear, empiezo siempre con mucha energía, pero reconozco que al cabo de unos minutos ese ímpetu inicial comienza a bajar y suelo acabar andando o moviéndome como a cámara lenta, un poco como Keanu Reeves en Matrix, sobre todo en verano. Además, también suelo detenerme de vez en cuando en algún banco para descansar o me paro a veces frente a algún escaparate, en especial en los de las panaderías, aunque al final hoy casi nunca entre a comprar nada dulce, a diferencia de lo que hacía antes.

Normalmente, intento andar un mínimo de 10.000 pasos diarios, esencialmente porque mi teléfono móvil me felicita cada vez que lo hago. Yo creo que mi celular es especialmente generoso y agradecido, pues últimamente he leído que lo recomendable sería dar 15.000 pasos al día, una cifra que, ay, no suelo alcanzar casi nunca. Así que es posible que los beneficios de mis paseos matutinos o vespertinos acaben siendo esencialmente sólo para mi espíritu, lo cual quizás no esté tampoco del todo mal.

El hecho mismo de pasear me ayuda en ocasiones a intentar aclarar un poco mis ideas, contribuye también en algunos casos a quitarme un poco de estrés y sirve asimismo para que pueda ir conociendo cada vez algo mejor la ciudad en la que vivo. Es cierto que esto último no siempre es así en mi caso, pues por diversas razones habitualmente hago siempre la misma ruta y salgo a la misma hora cada vez que voy a pasear, así que a veces me siento un poco como Bill Murray en Atrapado en el tiempo.

Cuando puedo elegir, la parte de la ciudad que más me gusta recorrer a pie es el casco antiguo de Palma, seguramente porque vinculo el centro histórico con algunos de mis mejores recuerdos de infancia. Aun así, también es cierto que todas las barriadas palmesanas tienen para mí algo especial, incluida por supuesto también la barriada en la que vivo ahora, que es Pere Garau.

Últimamente, estoy saliendo a pasear un poco más de lo habitual, porque si estoy demasiado tiempo en casa, me pongo a darle demasiadas vueltas a casi todas las cosas, sin que al final me quede ninguna demasiado clara, un poco como le ocurría también a veces, en otro sentido, a Humphrey Bogart en Casablanca.

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