Va llegando el momento de que los indignados de Plaza de España, al igual que los que se concentran en buena parte de capitales del país, redefinan su postura y den un paso adelante en sus reivindicaciones que, por otra parte, no deben caer en saco roto. La frustración provocada sobre todo entre la juventud y los desempleados por los efectos y circunstancias que rodean la crisis debería cristalizar en actitudes con más futuro para los convocantes que la simple ocupación de espacios muy transitados de la vía pública. Las concentraciones urbanas de indignados, como ocurre en el caso de la de Palma, han ido cambiando a lo largo de los días y hoy por hoy acogen a otros colectivos que poco o muy poco representan el espíritu inicial del movimiento 15-M. Si los indignados quieren ver cumplidas al menos las más sensatas de sus pretensiones, deben retomar las riendas de una protesta que empieza a parecer que ha caído en manos de otros.
