No más de una veintena de activistas de diversas entidades ecologistas de dentro y fuera de Balears se concentraron este sábado en las escaleras de la Seu para denunciar la saturación y masificación turística y los cruceros. La colección de maldades que los cruceros albergan, en opinión de las entidades referidas, entre las que se cuentan el GOB y Amics de la Terra, son su supuesto arraigo en paraísos fiscales -acusación que no probaron de ningún modo-, que tienen escaso impacto económico en los puertos de acogida, que generan residuos y requieren de recursos naturales como el agua, descuadrando los planes.
La inversión efectuada en los puertos de Balears en los últimos años para adaptar las infraestructuras portuarias, de modo que puedan acoger grandes cruceros y a las miles de personas que en ellos navegan, es multimillonaria. Y ahora resulta que se desprecia la llegada de cruceristas y que no solo no interesa este tipo de turismo -ni ningún otro, cabría decir- a juicio de los ecologistas, sino que es altamente dañino y pernicioso.
Que el exceso de visitantes causa problemas y trae inconvenientes, es algo innegable. Es por ello que la inacción no es una opción y que procede actuar para adaptar las infraestructuras existentes a la demanda y a los requerimientos de la sociedad, de forma que se atenúen sus consecuencias sobre el medio ambiente y la población residente. Pero lo que no tiene ningún sentido es que se pretenda dejar sin uso -y por tanto, sin rentabilidad- las infraestructuras de las que se dispone por una aversión al turismo que comienza a revestir rasgos patológicos.
