En la Edad Media la sociedad estaba dividida en tres estamentos: nobleza, clero, que gozaban de numerosos privilegios, y el tercer estado, que trabajaba de sol a sol para el enriquecimiento de los dos anteriores. Ahora, unos cuantos siglos después y pese a que el mundo ha cambiado sigue existiendo una casta superior que goza de privilegios indignos y más en la época de crisis que vivimos: los diputados y senadores. Mientras que usted y yo ya nos vamos mentalizando -o lo intentamos- de que tendremos que trabajar hasta los 67 años antes de poder jubilarnos en aras a garantizar el sistema de pensiones de las generaciones futuras, sus señorías, las mismas que disfrutaron de 30 días de vacaciones en Navidad, blindan las suyas. Así mientras un españolito de a pie debe cotizar 15 años para cobrar el 50% de su pensión, los diputados y senadores con solo 7 ya tienen derecho a percibir el 80 por ciento de la misma y si superan los 11 años de actividad reciben el cien por cien. Y ¿por qué? se preguntarán. Pues porque los 350 diputados y 264 senadores españoles no son como usted y como yo. Su situación “no es comparable a la del conjunto de los ciudadanos porque son representantes del pueblo español”, dice el Letrado Mayor de las Cortes. Efectivamente el conjunto de los ciudadanos no disfrutamos de sueldazos, dietas, coches oficiales, viajes pagados y horario flexible, entre otras cosas, si es a eso a lo que se refiere este señor. Pero aún va más allá y justifica las pensiones de lujo de sus señorías aludiendo a que su sistema es idéntico al de sus colegas europeos y al hecho de que los diputados y senadores no tienen derecho a paro. ¡Pobrecitos! Lo mejor de todo es la hipocresía de la que hacen gala algunos políticos. “Sería aconsejable realizar un ejercicio de responsabilidad”, dicen, pero ninguno renuncia al pensionazo o a los sueldos vitalicios. ¿Dónde ha quedado aquello de predicar con el ejemplo? Y luego se preguntan por qué los españoles consideran a los políticos como el tercer problema de este país.
