Este próximo lunes 20 de febrero se celebra el acto de entrega de la VI edición de los Premios Onda Cero Mallorca en el Auditorium de Palma. En esta ocasión, el Premio Onda Cero de la Educación, patrocinado por ASIMA, ha recaído en el IES Junípero Serra. He de decir que no tengo el placer de conocer personalmente a la Directora del centro, la Sra. Joana Barceló, ni al jefe del área de Formación Profesional, el Sr. Nico Recio. Pero vaya por delante mi más sincera felicitación por una muy buena labor de muchos años que, como no puede ser de otro modo, da sus más que merecidos frutos. Resulta alentador el hecho de que centros de formación reciban reconocimientos a su fantástica tarea, máxime cuando tienen que ver, en el concreto caso que les comento, con la Formación Profesional y la hostelería.
Digo esto porque la pasada semana tuve la oportunidad de conversar con tres de alumnos del citado centro: David Méndez, firme candidato para pasar a la gran final del premio Jóvenes Promesas de la Alta Cocina organizado por la prestigiosa Escuela de Cocina Cordon Bleu de Madrid; Clara Somovilla, Ganadora del Concurso Nacional de Coctelería Interescuelas, organizado por OTC Group; y Bert Kladimírov, clasificado para la final de “The Excellence Project”, concurso nacional de coctelería en que acaban compitiendo los representantes de las 16 mejores Escuelas de Hostelería de todo el país, públicas y privadas. Los tres provienen de ámbitos totalmente distintos, cada uno de ellos tiene su historia, sus propias inquietudes, persiguen distintos sueños y luchan por diversos objetivos. Pero hay algo que los tres tienen en común, algo que comparten de forma indiscutible, algo que está fuera de toda duda: la pasión por lo que hacen. Escucharles hablar te hace formar parte de su proyecto de vida. A pesar de todas las variables que puedan influir y de todas las circunstancias que puedan presentarse, transmiten una tranquila sensación de saber, no tanto el destino final, como el modo en que quieren caminar hacia la meta que en cada momento se propongan. Así, no nos engañemos, serán imparables.
Es en estos momentos cuando nos damos cuenta de lo temerario que resulta caer en la siempre fría generalización y lo perverso de olvidar que detrás de todo colectivo se esconden maravillosas personas. Oímos hablar de generaciones perdidas, de una juventud que pierde valores y que no sabe lo que quiere y, sin embargo, tanto en la Universidad como en otros centros de formación, me encuentro cada día con chicos y chicas enamorados de la vida, que respetan, que escuchan y que saben que las cosas cuestan, que nadie regala nada, que hay que esforzarse y que la mejor manera de hacerlo es persiguiendo aquello que realmente te apasione. Clara, David y Bert son tres claros ejemplos de este futuro esperanzador que todos deseamos. Tampoco se están haciendo las cosas tan mal. Me declaro poco partidario de esos eternos y terroríficos informes que aparentan dibujar la situación educativa de un país amparados en decimales. De nuevo la generalización. Medir a todos por el mismo rasero, buscar que todos tengan los mismos conocimientos, creer que todos debemos responder de la mejor manera ante cualquier estímulo educativo es, cuando menos, pretencioso.
Creo que hay cambios que debían producirse y que, poco a poco, están viendo la luz. Por poner un ejemplo ilustrativo que todo padre está experimentando de un modo u otro, el poder hablar de educar a los niños en competencias es algo maravilloso, y nos sitúa en la senda de la formación pensando en el individuo, tratando de descubrir en qué concreta faceta o actividad es especialmente bueno. Así, en un futuro, se trata de confirmar lo que ya se sabía y perfeccionar aquellas competencias que le pueden ayudar a ser mejor profesional y mejor persona. Estamos hablando, en definitiva, de que puedan elegir su camino sabedores de sus aptitudes y de aquello que ha dibujado su forma de ser y su voluntad de vivir, tras muchos años de trabajo y con la siempre inestimable e imprescindible ayuda de la familia, de todo aquello que siempre debe traerse de serie, de casa. Así las cosas, si entre todos les ayudamos a encontrar el camino, el éxito está asegurado. ¡Ah! Y estamos hablando de los jóvenes pero no olvidemos que todos tenemos una senda por recorrer y que nunca es tarde para escoger lo que realmente deseamos, aquello que nos inspira, aquello que nos emociona y nos permite disfrutar de momentos únicos importando poco el esfuerzo…aquello que nos apasiona.