Me estáis asustando. Me estáis empezando a dar miedo y lo digo de verdad. Leyendo los comentarios asociados a la noticía de que alguien arrojó un cordero agonizante en la casa donde vive el alcalde de Alaró Guillem Balboa y su familia, se me pone la piel de gallina. Me pregunto qué le estará pasando por la cabeza a la gente con la que me cruzo por la calle a diario. ¿Serán ellos los que dicen esas barbaridades? De verdad que no doy crédito a lo que leo. Dicen que los que nacimos en el siglo pasado somos incapaces de meternos en la cabeza que lo que se escribe en internet es tan real como lo que se escribe en un papel y luego se firma. Por eso decimos lo que realmente pensamos confiando en que al apagar el ordenador lo vomitado en los foros se esfuma. Por eso me espanta, porque tengo la sensación de que todo ese odio es real.
Lo del cordero degollado, golpeado o maleherido es lo de menos. No porque no sea un hecho deleznable hacia el animal y hacia los habitantes de la casa donde lo arrojaron. Pero al final, y sin que eso le reste gravedad, igual habrá sido una gamberrada poco meditada. Reprobable, inaceptable y condenable, pero tal vez una gamberrada. Decía que es lo de menos no por restarle importancia sino porque lo peor es que en foros de internet y redes sociales se ha aprovechado la difusión de la notícia para lanzar un discurso ofensivo contra Guillem Balboa y su família, un discurso visceral y xenófobo que parece sacado de los manuales del Ku Klux Klan. El motivo de todo ese odio no creo que sea que el alcalde de Alaró sea negro, ese es el flanco al que lanzan los torpedos creyendo que es su punto débil (como si ser africano fuese un punto débil. Ya me gustaría a mí serlo). El motivo vomitado en las redes sociales es que a este independentista declarado, se le asocia con el proceso soberanista catalán. Pero no seguiré por ahí porque ahora poco importa ahora si está a favor o en contra del referendum, o del sí o del no, porque ahora no quiero hablar de Cataluña. (Sí, créanme, se puede vivir sin hablar del 1 de octubre).
Lo que ocurrió en su casa no tiene cabida en una socidad civilizada pero que encima se aproveche para insultarle a él y a su familia, pedir su deportación y barbariadades semejantes me parece mezquino. Que no te gusta alguien y por eso no condenes lo que le han hecho, es humano, pero justificarlo porque sus idéas no son las tuyas es una manera de aplaudir y dar alas a los violentos.
Creo que soy imparcial al escribir esto, aunque puede que algunos comentarios leídos me resulten más vomitivos por el hecho de que conozco a Guillem y a su pareja. Con ambos tuve bastanto trato cuando trabajaba en comunicación y con él he compartido talleres de novela, charlas sobre fotografía y alguna fiesta. Tiene una personalidad que deslumbra.
Nunca hemos hablado de política pero aún sin hacerlo estoy seguro de que difícilmente íbamos a encontrar puntos de encuentro. Aún dentro de mi no militáncia y mi poca o nula identificación con las formaciones existentes, creo que diferimos bastante en temas importantes. Pero no importa. Si ahora lo tuviese delante y él lo aceptase, le daría un abrazo. Para compensar tanto odio.
También le preguntaría si le vale la pena. Yo tendría claro que no, pero yo no entiendo eso de la política. O será que no valgo para ella. Supongo que soy demasiado egoista.