Tal vez no era el mejor escenario posible para jugarse los cuartos y daba la impresión que el Mallorca lo sabía. Entregado al ritmo diabólico del Real Madrid desde el primer minuto, el equipo de Caparrós nunca tuvo la fe necesaria para alcanzar Europa. Como si creyera que profanar ayer el Bernabéu era un gesto de mala educación ante un rival que estaba en plenos fastos, el Mallorca arrojó la única opción que tenía con un partido malo, pero que no debe esconder una temporada estupenda. Al margen de la decepción de la última noche, el colectivo rojillo ha completado un curso que ha devuelto la sonrisa a una hinchada muy castigada.
Y eso tiene mucho mérito en un club acostumbrado al revuelo, a las riñas y a pelear por salvarse. Además, Caparrós ha abierto la puerta de Son Bibiloni, esa fábrica de futbolistas que es el futuro de la SAD, y ello ha contribuido a que la afición se identifique un poco más con el proyecto. Enhorabuena.
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