En apenas una semana el Mallorca ha pasado de revelarse como uno de los candidatos a agitar la Liga a padecer las miserias de los equipos pequeños. No le ha bastado con despojarse de ese estigma perdedor que le acompañó en épocas pretéritas, porque una cadena de lesiones y un par de malos arbitrajes se lo han llevado todo por el sumidero. O casi todo, porque ahí siguen esa pila de puntos que le va a permitir no alterar su pulso por más que puedan empezar a llegar las derrotas. El Mallorca ha entendido bien pronto que va a tener que prepararse para estar pendiente de los partes médicos, de los gazapos arbitrales y de sus propias limitaciones, porque sólo así saldrá adelante.
Caparrós sabe que va justito de banquillo, que en el filial no hay mucha chicha y que el equipo se sostiene con alfileres, pero el entrenador andaluz ya ha demostrado en otros escenarios que es capaz de generar recursos donde no los hay. Es ahora cuando realmente le necesita el club. Y a tipos como Gio o Arizmendi, llamados a tener un papel determinante a la que se acaben los compromisos de las selecciones y regrese la liga. Una liga que ha vivido un nuevo clásico, sin las detonaciones de años anteriores pero con fútbol, que no es poco. Por más que el Atlético se esfuerce, da la impresión de que entre los dos grandes volverán a jugarse el título. Con todo, bienvenido sea el equipo de Simeone.
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