Situada en Sant Elm (Andratx), la finca rústica fue conocida como La Trapa tras la llegada de 40 monjes trapenses que habían sido expulsados por Napoleón Bonaparte de Francia en 1810. Procedentes de la Abadía de Nuestra Señora de La Trappe, y pesar de los pocos medios que tenían a su disposición, fueron capaces de construir una pequeña ermita, además de varias dependencias que usaban para el grano y la siembra. Por si fuera poco, también se las ingeniaron para hacer aflorar tres cauces de agua. Así, convirtieron un lugar hostil y apartado en un hogar para vivir el resto de sus vidas.
Todo cambió con la llegada al poder del ministro Juan Álvarez Mendizábal en febrero 1836. Entonces, empezó una expropiación de bienes inmuebles con el objetivo de llenar las arcas del estado. Así, la finca fue vendida a particulares para ser explotada agrícolamente mientras los monjes trapenses eran expulsados de España a finales de ese mismo año.
Tras permanecer abandonada durante varias décadas, e incluso bajarse la posibilidad de un proyecto de urbanización, la zona se encuentra en un Espacio Natural Protegido como es la Serra de Tramuntana, declarada en 2010 como Patrimonio Mundial de la UNESCO en la categoría de Paisaje Cultural.
SANTA COMPAÑA MALLORQUINA
La finca cuenta con varias leyendas. En una de ellas, los protagonistas son los 40 monjes trapenses. Según cuentan, sobre todo en noches tan señaladas como las del 23 de junio (Nit de Sant Joan) o 31 de octubre, los expulsados de sus tierras caminan en fila, uno detrás del otro, en una versión mallorquina de la popular Santa Compaña gallega. Lo hacen en silencio, a ritmo lento, mientras el primero entona rezos.
La historia, transmitida de generación en generación por toda la isla, señala que, además, el primero de los monjes lleva un candil encendido. En cambio, el último de la procesión lleva un segundo candil apagado. Dicen que su objetivo es pasar por al lado de algún mortal, para apoyar su mano en su hombro y pasarle así el testigo.
Para los curiosos, comentar que el mismo fenómeno se produce en la mitología asturiana (donde es conocida como 'la Güestia'), en las provincias de Zamora, León, Salamanca y Extremadura, norte de Portugal, y por extensión a toda su frontera con España, es muy conocida así en los lindes con Huelva, sobre todo en Ayamonte, Villablanca y toda la ribera del Guadiana, también en otras zonas de Castilla, bajo la denominación de 'Estantigua', incluso en las provincias de Málaga, Granada y Almería.
Pero, sin dudas, la más extendida es la de la Santa Compaña gallega, que el folclorista gallego Xesús Rodríguez López definió como "la reunión de almas del Purgatorio para un fin determinado. A las doce de la noche se levantan los difuntos, salen en procesión por la puerta principal, una persona viva va delante con la cruz y el caldero de agua bendita, y no puede, bajo ningún pretexto, volver la cabeza. Cada difunto lleva una luz que no se ve, pero se percibe claramente el olor de la cera que arde. La comitiva tampoco se ve, pero se percibe el airecillo que produce su paso. El desgraciado director solo puede dispensarse de tan tétrico cometido encontrando a otra persona y entregándole la cruz y el caldero, antes de que haga un círculo en la tierra, con lo cual queda libre de dirigir la compaña".
UN DEMONIO EN LA TORRE
Regresando a La Trapa, señalar que la finca contaba con una torre, que el paso del tiempo acabó por derrumbar. Allí, según la tradición, habitaba un demonio que custodiaba el lugar. El maligno, que se pasaba las noches gritando y aullando, atacaba a todo aquel que por allí se acercara, lanzando piedras y otros objetos. De hecho, varios fueron los viajeros solitarios que abandonaron el lugar a toda prisa y en plena madrugada, asegurando que algo o alguien les había tirado piedras desde el hueco del antiguo tejado.