Unicode Consortium es el comité de expertos que decide, cada cierto tiempo, qué icono se incorpora a la larga lista de emojis que empleamos en nuestra comunicación móvil. Son símbolos que no siempre transcribimos correctamente, pero que empleamos con gran frecuencia, aun a riesgo de ser malinterpretados.
Antes de que en mayo este peculiar gabinete limpie, fije y dé esplendor nuevamente a la lengua universal, filtrando la incorporación de hasta 67 nuevos grafismos, todos habremos podido comprobar la reciente incorporación de nuevas referencias con las que ilustrar nuestra correspondencia electrónica, tras haber actualizado el sistema operativo IOS o Android.
En la última edición del diccionario dibujado que se abre tras una cara sonriente, al pie de nuestro teclado virtual, podemos encontrarnos con una mezquita y una sinagoga, para acompañar al templo católico que ya incluían versiones anteriores; pero también la apuesta por la diversidad racial y sexual, donde no sólo puedes elegir el tono de piel, sino también escoger entre toda suerte de combinaciones familiares. Parejas heterosexuales y homosexuales, combinados con hijos en número y género surtido, componen un rosario de opciones tan variopinta como la vida misma. Pero hay una realidad, más extendida que alguna de las relaciones representadas, que han olvidado los académicos del emoticono: la familia uniparental.
Si son más de 100.000 las separaciones, divorcios y nulidades que se resuelven en España, algo más de 2.500 en Baleares, no todos los afectados rehacen su vida al lado de una nueva pareja y, en cualquier caso, la mayoría afrontan periodos en los que la descendencia es la única compañía con la que encarar un nuevo rumbo. Estadísticas oficiales ponen el listón por encima de los 42.000 hogares en los que un adulto convive solo con sus hijos en nuestras islas. Un alejamiento de otros adultos que también se produce entre los que han enviudado y aquellos que jamás lograron encajar una relación estable, hasta el punto de que el censo cifra en uno de cada cuatro hogares los que están ocupados por una sola persona, siendo más de 36.000 los que albergan a mayores de 65 años.
Con la longevidad, la cada día más extendida autonomía individual y la pérdida de muchos valores, parece obvio que la pirámide irá creciendo en el vértice hasta ser mayor que la base y cuya peor consecuencia no será el agotamiento del Pacto de Toledo y la quiebra del actual sistema de pensiones, sino la generación de grandes capas de población que estarán sobreexpuestas a la comunicación, pero que se sentirán cada día más solas.
Una herramienta como la mensajería instantánea, que supera los mil millones de usuarios, no incluirá la familia monoparental en su próxima ampliación iconográfica -entre la paella, la ensalada mediterránea o el döner kebab- aunque sean cada día más los que no tendrán con quien compartir alguno de esos platos y se tengan que conformar si los reciben por teléfono.
Es una quimera renunciar a un estilo cómodo de comunicación, cada día más conceptual y menos explícito, pero sería muy saludable comprometernos a decir a alguien cada día, mirándole a los ojos, alguno de los adjetivos que simbolizan los emoticonos. Empiece por los buenos, pero no tema a emplear los tristes o los críticos, porque la respuesta siempre será más satisfactoria que la soledad a la que nos estamos condenando.