Mentir es fácil. Mantener la mentira en el tiempo es más difícil. El viejo adagio español de que “las mentiras tienen las patas muy cortas” es cierto. Pero no siempre.
Cada uno de nosotros ha sido objeto de innumerables mentiras desde pequeños. Algunas con una finalidad lúdicoafectiva como el ratoncito Pérez o las que envuelven a esos personajes mágicos que cada Navidad van en trineo volador o en camellos que iniciaron su viaje en el Lejano Oriente.
Pero también existen mentiras dolorosas, piadosas, humillantes y gratuitas. Otras pueden parecer inocuas pero suelen tener un beneficio para quien las ha proferido.
El octavo mandamiento nos recuerda que “No dirás falso testimonio ni mentirás”. Por contra, las escrituras nos recuerdan que “la verdad nos hará libres y nos santifica”. Incluso el Papa ha matizado que donde hay mentira no puede haber amor. Si eso es así, vaya mundo se nos ha quedado.
Somos objeto de mentiras a diario y a todos los niveles. Y nos mienten desde hace siglos.
La magnitud de las mentiras y la “longitud” de sus patas, es decir, el tiempo que se mantiene con apariencia de verdad da mayor relevancia al mentiroso. Cuánto más grande y más dure, mejor será el dominio del arte de quien la lanzó y la sostiene. Sí, mentir es un arte si la mentira está bien pertrechada.
La mentira de que nunca existió un comité de expertos sobre la desescalada tras el estado de alarma en España, desmentida poco después por quien la anunció, es de baja calidad “artística”. Está muy poco currada. Como la de no pactar con aquél que le quitaba el sueño y hacerlo a los pocos días de declararlo. Haciéndome eco de una de las frases de uno de los más astutos y sagaces políticos que hemos tenido, Alfredo Pérez Rubalcaba, no nos merecemos un gobierno que nos miente. Pero eso ya lo juzgamos cada cuatro años.
A mí las mentiras que más me llaman la atención son las de las patas largas. Aquellas que perduran en el tiempo y, de entre estas, las que afectan a un gran número de personas. Las grandes mentiras de la humanidad son las que se llevan la palma de mi interés y, reconozco que son difíciles de desentrañar porque, para cada pista que encuentras, existe una información contraria e interesada que la desmiente. Los mentirosos, si son poderosos, suelen tener largos tentáculos de influencia y han creado aquello que llaman disidencia controlada, es decir, los que parece que están en contra pero solo un poquito y dirigidos desde arriba. A estas mentiras yo las llamo las Mentiras, en mayúsculas.
Aun no siendo a veces fácil, la existencia del indicio de una Mentira, en mayúsculas, la paso por el tamiz de dos preguntas: ¿Por qué pasó ese acto en ese momento? ¿A quién beneficia?. Si la respuesta a ambas preguntas genera dudas, ahí puede haber tomate.
Reconozco que desde el 11-S me lo planteo todo. Hasta ese momento mi conciencia permanecía dormida aceptando todo lo que veía por televisión y poniendo la etiqueta de conspiranóico a quien venía con teorías alternativas a la oficial. Poco después vi el documental Zeitgeist y se me abrió un enriquecedor mundo de dudas. A partir de ahí nunca fui el mismo e intento poner todo en cuarentena y buscar fuentes de información diversas.
Uno de los episodios que me ha trastocado a nivel personal es el del hundimiento del Titanic (el Insumergible, le decían). Toda la vida pensando que fue un iceberg y ahora me surge una gran duda razonable. Imagino que en aquella época (1912), sin Internet ni redes sociales, la práctica de la mentira era mucho más sencilla que hoy en día con tanta fuente de información y, ojo, también de desinformación.
Sin afirmar categóricamente que fue una farsa, la respuesta a mis dos preguntas, junto a otros detalles que les contaré sucintamente a continuación, me dan que pensar que no fue un iceberg el causante del hundimiento y que había un motivo.
Alguna vez me he referido a esta misteriosa conexión, tanto en el tiempo como con los personajes involucrados, entre el Titanic y la creación Reserva Federal, “banco” central de Estados Unidos y modelo replicado en el resto del mundo.
El momento del hundimiento tuvo lugar unos meses antes de la creación de la Reserva Federal, uno de los negocios más lucrativos y con menos riesgo operativo (aunque no de puesta en marcha) de la Historia de la humanidad. Dentro del “Titanic” iban los poderosos disidentes a la creación del banco central. Las familias Aston, Guggenheim y Strauss veían como una locura su creación y, probablemente, como máximo exponente del sistema monetario basado en la deuda, la mayor muestra de esclavitud silenciosa de la historia (eso lo digo yo).
Ninguno de los poderosos a favor de la creación de la Reserva Federal (Rockefeller, Morgan y, como no, los Rothschild) viajaron en el viaje inaugural. Ni siquiera subió al crucero el dueño del barco, JP Morgan. Raro no ir a tu fiesta ¿no? Los disidentes, estaban todos. Y ahí siguen.
Ya tenemos las respuestas a mis dos preguntas: el momento elegido y los beneficiarios.
Unos apuntes más para ponerlo en contexto. El “Titanic” se hundió el 14 de abril de 1912. El 23 de diciembre, estando todo el mundo de vacaciones de Navidad, de 1913 se creó la Reserva Federal que ni es reserva (no posee activos) ni es federal (está en manos privadas; las de los que no viajaron en el Titanic, principalmente). Su principal función (de ahí su interés) es la creación de dinero, infringiendo la propia Constitución norteamericana de la época que otorgaba solo al Congreso la facultad de acuñar moneda. Y dirán que qué interés tiene el hecho de crear dinero en sí. El interés es la gran concesión de poder que otorga en todo el mundo (muchos países replicaron el modelo) pero además, el enriquecimiento fácil porque todo el dinero que emiten lleva un plus en forma de interés aparejado que hay que devolver.
Así de primeras ya se intuye la falacia del sistema basado en la deuda del sistema bancario actual, cuyo máximo exponente es la Reserva Federal: Si yo tengo el poder de crear el dinero y me lo has de devolver junto a un sobrecoste ¿se puede devolver ese sobrecoste si yo no lo he creado? Respuesta, no hay dinero en el mundo para devolver todo lo que se debe. La deuda siempre existirá en este sistema y el deudor siempre estará sometido si no paga.
Tras la creación de la Reserva Federal, casualidad o no, empezó la Gran Guerra en 1914. con gran número de bajas humanas y un gran dispendio económico que había que financiar ¿Adivinan quién financió esos gastos? Exacto. La Reserva Federal financió, no uno, sino los dos bandos combatientes.
Más sobre el Titanic: La versión oficial dice que el roce (no el choque) de un iceberg provocó una brecha de 120 metros en el casco y fue la causa del hundimiento pero los conocimientos de física actual dicen que es imposible para un casco de acero de doble plancha de 2,5 centímetro. El hielo no puede cortar el acero.
El Titanic tenía un hermano gemelo, el Olímpic y ambos era propiedad de JP Morgan, reconocido banquero de la época.
El Olímpic había tenido previamente un grave accidente con un buque de guerra inglés y le provocó importantes daños en el casco. Pero JP Morgan no lo tenía asegurado y tuvo que asumir la reparación de los dos barcos siniestrados. En 1911, en los astilleros de Harland and Wolff de Belfast, Irlanda del Norte, parece ser que tunearon el Olímpic, añadiéndole incluso una cuarta chimenea y cambiándole el nombre, para que pareciera el Titanic y le suplantara.
El accidente del supuesto Titanic esta vez sí fue cubierto por un seguro, con 5 millones de dólares de la época en concepto de indemnización. El auténtico Titanic (rebautizado con el nombre de Olimpic) siguió navegando hasta 1935.
En 1985 encontraron a 3000 metros de profundidad el casco del Titanic. No apareció ninguna brecha de 120 metros. Dicen que tiene varios agujeros entre uno y 50 centímetros producidos desde dentro hacia afuera y que pudieron ser el motivo del hundimiento. Explosiones dicen las malas lenguas. En las hélices aparece sorprendentemente el nombre de Olimpic. Parece ser que ese descubrimiento desveló una mentira de patas largas; una mentira con mayúsculas. De las que me gustan.
El poder de la Reserva Federal hoy es enorme. La pandemia ha provocado una mayor emisión de dinero que nunca. Para contrarrestar el dinero basado en la deuda, surgió en 2009 bitcoin.
El próximo mes de noviembre se inicia un juicio de máxima trascendencia para determinar quien fue el inventor de bitcoin y, por ende, cuál de las ramificaciones (forks) es una alternativa al sistema actual basado en la creación ilimitada de dinero. Si no se demuestra que Craig Wright es Satoshi (yo estoy convencido de que lo es) habrán ganado los poderosos que, a través de la empresa Blockstream, secuestraron la idea original de bitcoin. Dicha empresa en sus inicios recibió una aportación de 55 millones de dólares de la compañía AXA Insurance, cuyo CEO del momento era Henri de Castries, presidente del club Bildelberg, una muestra más de que los poderosos quieren controlar todo atisbo de amenaza a su modelo financiero. Los omnipresentes Rothschild también están detrás.
Este juicio es importante porque, de demostrarse que Satoshi Nakamoto es Craig Wright surgirá la verdad. En caso contrario, ganarán los de siempre (los que están detrás de la Reserva Federal) y habrán hecho a su imagen y semejanza una alternativa de soberanía financiera como era bitcoin en sus inicios y que ahora, BSV (bitcoin Satoshi Vision) ha podido recuperar. Son poderosos y no venderán fácil su derrota.
Por ahora están ganando la batalla. Los exchanges no dejan de retiran BSV de su oferta y la gente sigue pensando que BTC es el auténtico bitcoin, teniendo una horda de seguidores a sueldo y los medios de comunicación que no paran de repetir que su cotización de 60 mil dólares va a llegar a la luna. Otros se dedican constantemente a dinamitar la imagen de su mayor amenaza: Craig Wright. El juicio que se inicia el 1 de noviembre en Florida dará unas patas más cortas a esta mentira o seguirá perpetuándola a favor de las élites y su pretensión de controlar el sistema financiero y la creación de dinero a nivel mundial.
Como vemos, el poder y el dinero siempre están detrás de las mentiras en mayúsculas. Solo hay que seguir el dinero para entenderlo todo. Ya lo dijo Garganta Profunda para poner sobre la pista a los periodistas que provocaron en 1974 la dimisión del presidente Nixon: Follow the money.