Las partes de mi cuerpo

“La mayoría de las definiciones respecto a la Belleza propuestas por los tratadistas de Estética conducen a dos tesis opuestas. La primera considera que la Belleza existe por sí misma y que consiste en una manifestación de lo Absoluto, de lo Perfecto, de la Idea, de la Voluntad, de Dios. Para la segunda, no es más que un placer especial que sentimos en ocasiones, desinteresándonos de las ventajas que pueda reportarnos”.

No lo digo yo, lo dijo León Tolstoi en “¿Qué es el Arte?”

Explicaba el sr Jaume Santacana en un artículo publicado recientemente por mallorcadiario.com que, a pesar de no haber sido agraciado con un “físico ejemplar”, su nariz “bordea la perfección”. Si el sr Santacana, personalidad de larga trayectoria profesional, se lanza a convertir en tema público la excelencia de su nariz, yo me atreveré a hacer lo propio y ensalzar la imperfección de la mía.

¡Vivan las narices heterodoxas, curvilíneas, extensas, sugerentes, hipnóticas, temperamentales y puntiagudas! Narices ávidas que saborean todos los olores, suaves que permiten acariciar un cuerpo entero, y perspicaces que huelen el peligro.

La ‘Estética’, concepto del campo de la filosofía desarrollado en el s. XVIII por Alexander Gottlieb Baumgartner, aún no ha logrado una idea unívoca de cómo se incardina “lo feo y lo vulgar” dentro de una obra de arte. En algunos casos se consideran ingredientes contrastantes que dan relieve a lo bello y distinguido, y en otras como elementos únicos que integran una obra de arte.

Apuesto por lo segundo. Siempre existen pequeñas o grandes imperfecciones que dan carácter a las cosas. Un mueble tiene encanto si está gastado por el paso del tiempo, una voz es sugerente si muestra cierta rasgadura, y unos tejanos son más ‘cool’ si han sido lavados a la piedra.

Importante es sentirse a gusto con uno mismo para vivir más contento -y transmitirlo a los demás- y para ello hay que saber discernir lo bueno de los cánones de belleza que se imponen en cada momento. Es cuestión de personalidad e inteligencia emocional. Una imperfección, bien llevada, puede ser la mayor de las virtudes. Basta ver a los hermanos Medina, que, con sus aguileñas napias, cuentan con legiones de fans.

Una sociedad ufana prospera más rápidamente. Consecuentemente, en la Casa del ‘Rey de Jerusalén’ se tendría que valorar si es bueno que la futurible soberana proyecte hacia sus estoicos súbditos (nosotros) una imagen de obsesión por un cuerpo tan escuálido y una cara moldeada a base de bisturí.

Las tachas hay que llevarlas con fortaleza y serenidad. No hay que preocuparse cuando alguien hace sorna de alguna mácula, porque, al fin y al cabo, al feo no se le saca ninguna tara. “¿Qué defecto tiene el hermano Calatrava?” preguntaba el televisivo Pablo Motos en un monólogo.

Al final, en temas de estética, lo más importante es gustar, la consecución de una armonía de conjunto, de una identidad propia. Como se señala en el Diccionario de la R.A.E, belleza es “la propiedad de las personas o de las cosas que nos hace amarlas”. Concluyendo, si mi nariz fuera perfecta el sr Santacana no hubiera podido escribir en su libro “Aïllat” que tengo una “belleza natural e inquietante”.

 

Corolario: Una nariz perfecta se puede comprar, una nariz armoniosa no tiene precio.

 

 

 

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