El turismo evoluciona en sus detalles, pero la inercia se impone en lo fundamental. Volker Böttcher, presidente de TUI Alemania, ha dicho esta semana que en Mallorca falta iniciativa empresarial para romper con la estacionalidad. Un comentario injusto, puesto que si algo no ha faltado en esta tierra ha sido iniciativa empresarial. La temporada baja no funciona porque el clima no acompaña. Si pudiera exprimirse como julio y agosto sencillamente ya se habría hecho y en vez de 12 millones de turistas extranjeros vendrían cada año 24, o 30, o 50. Los suficientes para morir de éxito, como el Titanic. ¿Ha dado TUI con la fórmula que permita prolongar la temporada? Cuando lo haga, sus propias marcas hoteleras serán las primeras en saberlo. Pero esa división no es ni de lejos el plato fuerte del grupo. Porque no es que nuestros empresarios no se caractericen por dejar pasar oportunidades de negocio: es que se arrojan literalmente contra ellas, como aquellos pioneros de la aviación que apenas lograban despegar y recorrer unos metros. La cruda verdad es que en invierno aquí no hay playa. Al menos hasta que el cambio climático diga lo contrario y, detenida Mallorca en un instante geológico de varias décadas, el verano se vuelva sahariano y la temporada alta se transforme en un rentable invierno de 30 grados. Quizá el comentario del jefe alemán de TUI sea solo cuestión de estilo y forme parte, sin más historia, del variado repertorio de advertencias de las grandes mayoristas. Es difícil asistir a sus convocatorias de prensa sin que el trasgo de Turquía asome. El ‘todo incluido’ es otro clásico. La recomendación de moderar precios suena al mensaje infantil de superratón: aquel “no olviden supervitaminarse y mineralizarse” tan aleccionador como reiterativo. Como bien dice Böttcher, si es cierto que viene una temporada alta magnífica es el momento de que tanto hoteleros como touroperadores y empresarios de ocio y restauración recojan sus frutos. En cuanto a la baja, los análisis rápidos suelen ser interesados. Mallorca no es competitiva en invierno. El futuro está en el verano, en pagar precios justos, sin descuentos y acordes con la calidad ofrecida (y exigida), en no convertir la reserva anticipada en una pura cuestión de precio y en procurar que el beneficio final esté lo más repartido posible.
