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La vida es sueño

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 08 de octubre de 2022, 03:00h

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Mi madre me solía decir que cuando yo era un bebé, dormía siempre de un tirón toda la noche, sin llorar ni moverme nada, como si estuviera embalsamado, hasta el momento en que me despertaba al amanecer. Justo en ese instante, empezaba a hacer entonces todo tipo de estiramientos y, de algún modo, volvía de nuevo ya plenamente a la vida.

Esa querencia por los largos descansos nocturnos ininterrumpidos la compatibilizaba con mi propensión a descansar también ampliamente por las mañanas y las tardes, una inclinación que mantuve de niño y adolescente. Así, al salir del colegio, lo que más me gustaba al llegar a casa era sentarme en la butaca del salón y cerrar los ojos un ratito.

En aquellos años me imaginaba, no sé muy bien por qué, que al llegar a la edad adulta me convertiría en alguien mucho más vital y que dejaría atrás ya para siempre esa especie de somnolencia casi continua. Pero no fue así. También me imaginaba entonces llevando una vida viajera y llena de aventuras por todo el mundo. Pero tampoco fue así.

Fue en aquella época cuando leí por vez primera que los seres humanos nos pasamos un tercio de la vida durmiendo, otro tercio trabajando y otro tercio disfrutando. En mi caso, esa división sería algo diferente, al menos desde que soy periodista, pues hoy dedico la mitad de mi tiempo al trabajo y la otra mitad a dormir o a estar semidespierto.

Tal vez ya desde niño estaba predestinado a hacer más siestas y cabezaditas de lo que sería quizás recomendable y a vivir prácticamente siempre en Palma. Así se puede constatar mirando el viejo álbum familiar, pues en varias fotografías infantiles se me ve siempre durmiendo o bostezando y no hay una sola foto mía lejos de mi querida ciudad.

Esa predisposición casi innata a la somnolencia y a no salir de Palma se ha ido acentuando poco a poco con el paso de los años. A veces parecería incluso que estoy casi en estado permanente de letargo o de hibernación si no fuera por mis breves paseos diarios, que no sólo activan mi corazón, sino que también me ayudan a despejarme un poco.

Con todos estos antecedentes, seguro que entenderán que sienta verdadera devoción por el gran clásico de Calderón La vida es sueño. Yo también creo, como el bueno de Segismundo, que toda la vida es sueño, y que los sueños, sueños son, aunque en mi caso yo diría que esa máxima ha tenido siempre todavía mucho más sentido y razón.

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